xxxv. Priori incantatem

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CAPÍTULO TREINTA Y CINCO;PRIORI INCANTATEM

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CAPÍTULO TREINTA Y CINCO;
PRIORI INCANTATEM





—Antes que nada, quiero que vengan a mi despacho —les dijo Dumbledore en voz baja, mientras se encaminaban hacia el pasadizo.

Harry asintió con la cabeza. Lo invadía una especie de aturdimiento y una sensación de total irrealidad, pero no hizo caso: estaba contento de encontrarse así. No quería pensar en nada de lo que había sucedido. No quería repasar los recuerdos, demasiado frescos y tan claros como si fueran fotografías, que cruzaban por su mente. Por otro lado, estaba Eleanor, muy callada y aferrada al tacto de su sobrino tomando su pulso, recordando el débil de Alphard, su cabeza le dolía por el golpe, el tener tanta información por casi un año recabada y finalmente, confesada. Entonces, ¿por qué no se sentía bien el haber reunido todos los cabos sueltos?

Ares... Oh, Ares. Él estaba tan destruído como jamás se le hubiera ocurrido presenciar. Toda su familia estaba dañada y ahora, sin contar a su hermana inconsciente, él era el único Crouch con vida. Él último.

Había estado metida en sus pensamientos que no se dio cuenta que se detuvieron cuando llegaron ante la gárgola de piedra. Dumbledore pronunció la contraseña, se hizo a un lado, y los tres subieron por la escalera de caracol móvil hasta la puerta de roble. Dumbledore la abrió.

Las manos de Eleanor le temblaban al ayudar a Harry a sentarse en una silla, delante del escritorio, ella tomó asiento a su lado.

—Eleanor —dijo Dumbledore con suavidad—, necesito que me digas lo que ocurrió con Alphard Black y contigo.

Y así fue, que con brevedad, Eleanor comenzó a narrarle todo lo sucedido, evitando hablar así de su propia alucinación sobre el regreso de Voldemort, aunque sospechaba que Dumbledore ya había entrado a su mente desde hace rato. Harry sólo escuchaba a medias. Estaba tan agotado que le dolía hasta el último hueso, y lo único que quería era quedarse allí sentado, que no lo molestaran durante horas y horas, hasta que se durmiera y no tuviera que pensar ni sentir nada más.

Oyó un suave batir de alas. Fawkes, el fénix, había abandonado la percha y se había ido a posar sobre su rodilla.

—Hola, Fawkes —lo saludó Harry en voz baja. Acarició sus hermosas plumas de color oro y escarlata. Fawkes abrió y cerró los ojos plácidamente, mirándolo. Había algo reconfortante en su cálido peso.

Warrior ⟶ b. weasley ¹ (EDITANDO) Where stories live. Discover now