xxxix. El buen gancho de Eleanor

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CAPÍTULO TREINA Y NUEVE;EL BUEN GANCHO DE ELEANOR

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CAPÍTULO TREINA Y NUEVE;
EL BUEN GANCHO DE ELEANOR




La primera semana después de que los chicos salieron de Hogwarts, quizá fue una de las más peores que Eleanor tuvo que soportar. Para empezar, tener que aparentar estar de lado de Cornelius Fudge no fue tan fácil cómo lo imaginó después de su charla días atrás. Ella creyó que allí acabaría toda su farsa y simplemente tendría que ser vigilada desde entonces por el ministro para asegurarse de que su lealtad no era falsa, pero no fue así, no. Todo se volvió más publico cuando al día siguiente de su plática en la oficina de Fudge, el mismo dio la orden de que Eleanor Potter fuera trasladada al departamento en el que los cargos más importantes (en este caso, el de Fudge) y estuviera acomodada en uno de los mejores siendo así parte de la seguridad personal del Ministro de Magia.

Esto obviamente no pasó desapercibido por nadie, ya que los trabajadores y sus mismos compañeros el departamento de aurores comenzaron a tener un trato distinto al que ella había forjado con ellos en esos cuatro años. De repente, su nombre comenzó a verse en boca de cada trabajador y no quedó allí, no, sino también podía sentir múltiples miradas juzgadoras en su espalda. Por supuesto, los únicos con los que Eleanor no tuvo que lidiar fueron los integrantes de la orden del fénix que al comienzo, sorprendidos, se enteraron de la misión que le habían otorgado a la joven azabache. Pero eso no fue suficiente, de los miembros de la orden, sólo algunos pertenecían al Ministerio de Magia y eran una minoría comparada al resto que la críticaba libremente a sus espaldas por las acciones que estaba tomando.

Se suponía que la tía del niño que sobrevivió debía estar apoyándolo, no al contrario (¡¿Qué clase de tía era juntándose con el primero que señalaba a su sobrino de ser un mentiroso?!).

Y lo peor fue que Eleanor pretendió que cada rumor no le molestaba en absoluto, que el que todos hablaran sobre la falsa lealtad que le guardaba al apellido Potter y por supuesto, a su sobrino Harry; no le remordía en nada.

Pero eso no fue lo más grande que pudo aguantar aquella primera semana fingiendo estar a la orden de Cornelius Fudge. No, ni de cerca.

Todo empezó cuando la joven Potter de un momento a otro se volvía la mano derecha de Fudge. A dónde él se dirigiera, ella debía estar presente, incluso se vió envuelta en más de un injusto despido por la falsa sospecha de traición que los empleados estaban haciendo al Ministerio de Magia. Era claro que todo era más que una paranoia del ministro al creer que todos tenían contacto con Albus Dumbledore, pero eso no importó porque en el trabajo y en dónde fuera que estuviera, la voz de Eleanor no tendría tanto realce cómo el de un hombre tan poderoso como lo era Fudge.

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