Capítulo 3

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Sam

Amaneció una vez más y lejos de descansar como le había prometido a mi padre, mis ojos ardían como si alguien hubiera tomado un puñado de arena y me lo hubiera arrojado directamente al rostro. Algo peor que pasar la noche en vela mirando crecer las telarañas en el techo, era pasar la noche en vela torturándome con los jodidos recuerdos, preguntándome una y otra vez como alguien que había jurado amarte puede tirar todo a la mierda tan de golpe y arruinarte la vida como quien arruina un castillo frágil de naipes. Intentaba entender los motivos de Arien, buscaba alguna señal en alguna de sus últimas palabras que me señalasen el camino hacia el inminente desastre que en ese momento quizás me había negado a ver, pero no hallé ninguna. Ningún fallo. Él me había amado o al menos eso había fingido hasta el último instante, se suponía que la marca que se imprimía en mi pecho era una prueba de ello, de que él me había reclamado como suya, entonces por milésima vez me pregunté ¿Por qué demonios traicionarme de esa manera? ¿Por qué arruinar su relación con Oäk mandando una vida de lealtad y confianza a la jodida basura? Ese no era él. O quizás solo fuera que yo estaba concediéndole demasiado en todo esto y él no merecía el crédito. Luego estaba Oäk. Pensar en la mierda que debía estar pasando debido a la maldita estupidez de Arien, tenía mi corazón latiendo en un jodido hilo de mierda. Él buscaba darse al traste, al parecer, según el duende de culo malhumorado, él se metía en peleas bastante feas y conociendo el jodido carácter de Oäk, serían lo suficientemente sanguinarias como para que el entregase todo de sí mismo, incluso su vida ¿Qué si nunca tenía la oportunidad de decirle que tendríamos un bebé? ¿Y si nunca tenía la oportunidad de volver a decirle que lo amaba? No podía resignarme, incluso aunque quedara como una estúpida, no podía dejar de preocuparme por el imbécil de Arien. Él tenía su propia ración de mierda sin importar que él hubiera causado todo este jodido embrollo y nos hubiera traído tanta maldita desgracia ¿Sentía culpa por lo que había hecho? Quizás. Tal vez eso lo llevaba a aislarse en esas jodidas fosas o como fuera que se llamara ese lugar de mierda. Si terminaba con su culo en mi reino, ponía mi juramento en la mierda más sagrada, que lo enviaría a compartir habitación con Verekhan. Suspiré y sacudí mi cabeza enviando lejos ese pensamiento idiota. Arien podía ser un imbécil desconsiderado, sin corazón y manipulador como un puto demonio, pero eso no cambiaba que también fuera el padre de mi hijo. Quizás no lo mereciera, quizás lo único que merecía era una patada en el culo por imbécil, pero él debía saberlo tanto como Oäk, lo que hiciera después con esa información ya no era mi problema. Además, por mucho que el reino oscuro hubiera cambiado desde que yo asumiera el mando, no dejaba de ser un jodido lugar triste y lúgubre al que solo llegaban aquellas almas que ya no tenían esperanza en su miseria. Por mucho que odiase la idea de él viéndome la cara de estúpida, yo no deseaba verlo terminar sus días en aquel lugar. Su arrogancia consumida por la apatía, siendo un cascarón de sí mismo. No, no podía imaginarlo, era demasiado doloroso para siquiera pensarlo, porque a pesar de mí misma, aún lo seguía amando como una tonta. Porque esa era una jodida verdad indiscutible. A pesar de mi corazón roto, este aún tenía fuerzas para seguir tartamudeando por ellos, para seguirlos amando.

Sintiendo que era imposible seguir en la cama por más tiempo, me puse de pie y me arrastré al baño de la habitación, eso era lo bueno de aquel lugar, sobre todo cuando las náuseas aún seguían golpeándome como un jodido tren de carga por las mañanas. Era la habitación de mi padre, pero él me la había dejado y había tomado la de huéspedes sin baño solo para que yo me sintiera más cómoda. Entré a la ducha y dejé el que agua tibia lavara mi insomnio y se llevara un poco mi melancolía y el nudo que se hacía en mi estómago cada vez que pensaba en Oäk o en Arien. No podía admitirlo en voz alta, pero yo los necesitaba. Podía estar malditamente enfadada por todo, podía odiar la mierda de todo lo que Arien había hecho y desear desquitarme la rabia pateándole las pelotas como si no hubiera un mañana, pero la realidad era una: yo les echaba de menos. Extrañaba cuando todo era más fácil, cuando me despegaba de las sábanas solo porque sentía los aromas deliciosos flotando desde mi cocina donde Arien era poseído por su delirio de casi místico de Master Chef. Extrañaba llegar allí y encontrar a Oäk bebiendo su taza de café afirmado en una de mis mesadas, la forma en la que se iluminaban sus bonitos ojos de mar al verme aparecer y como sonreía. Extrañaba envolverme en sus brazos protectores y aspirar el aroma a lluvia y a fresco de su pecho, extrañaba sus jodidos besos, extrañaba la profundidad de su voz durante nuestras charlas en el jardín que me había regalado. Lo extrañaba a él. No podía conciliar la imagen que el Nocker me había pintado de como Oäk pasaba sus días ahora con la del hombre que solía sostenerme por las noches para dormir, no podía pensar en que el estuviera buscando destruirse a sí mismo, ni mucho menos podía creer que Arien lo estuviera permitiendo. Mi cariñín... Sabía que no debía llamarlo de esa manera porque era un bastardo sin moral, pero era inevitable, yo le echaba de menos también. Nuestras batallas verbales, su estúpida arrogancia que a veces hasta resultaba dulce y como fingía que todo le daba una mierda pero que en realidad sabía que hubiera dado la mitad de un brazo por protegerme. Echaba de menos nuestras noches frente al sofá y como solíamos discutir sobre los hipotéticos finales de The Walking Dead, hasta extrañaba que criticase el diámetro de mi culo por comer demasiado. Echaba de menos su intensidad casi oscura cuando me hacía el amor, y esos instantes en los que dejaba caer su máscara de arrogancia para dejarme ver cuanto en realidad me amaba. Porque si algo había de cierto en toda esta jodida historia, era que él me había amado, lo cual hacía difícil aceptar su decisión de rechazarme, de botar todo el maldito futuro que habíamos planeado los tres juntos, maldición, mi larga noche en vela me lo había dicho. Luego de deshacerme de mi cabreo inicial mi cerebro por fin había entrado en razón y había llegado a la jodida conclusión de que él tendría que haber tenido un motivo, uno enorme para haber creado todo este jodido infierno alrededor de nosotros. Quizás estaba poniendo demasiada fe en el bastardo, quizás solo era mi desesperación hablando y la mierda de soledad y desvelo que habían creado estragos en mi cerebro medio frito, pero yo sabía, más que saber, presentía que el comportamiento de Arien debía tener una jodida razón de ser. Y tal vez hubiera funcionado, de no ser por el pequeño detalle que le diría papá en seis meses. Y hasta donde yo sabía, recordando las palabras de Oäk, las devas mas fuertes solo se gestan en sus madres por amor.

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