Capítulo 5

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Sam

Abrí los ojos legañosos y parpadeé mirando como la luz anaranjada se filtraba a través de las diáfanas cortinas blancas de las puertaventanas que llevaban al balcón que tenía una vista impresionante al mar y a la isla Lokrum. No estaba lo suficientemente atontada por el sueño como para no darme cuenta de que habían pasado más de un par de horas desde que me había quedado dormida en el sofá mientras escuchaba el incesante parloteo de Djin desde su oficina mientras hablaba con alguien a través de videoconferencia, una mujer. Había escuchado a la pobre chica a la que él llamaba bombón ser torturada con mil insinuaciones calientes en menos de media hora y en el mismo lapso la voz mordaz de la chica mandándolo al demonio en veinte idiomas distintos. No sabía quién era ella, pero me caía bien. Escuchar la charla había sido entretenido y también malditamente sedante. Ni siquiera recordaba haber cerrado los ojos y acomodarme mejor en el sofá donde había estado esperando para hablar con el idiota dios del fuego aun cuando me había sugerido ir a la habitación de huéspedes y descansar un poco. No habría podido, tenía una extraña energía ansiosa que me llevaba a mover las piernas incansablemente aun estando sentada. No recordaba cuando exactamente el cansancio me había golpeado hasta dejarme inconsciente ni mucho menos que mientras lo hacía, usar a Alec Hunter como mi almohada personal.

Yo estaba tendida sobre su pecho, con las piernas extendidas a lo largo del sofá. El pobre hombre que también estaba en un estado de coma lamentable, sentado, echando la cabeza hacia atrás sobre el respaldo del sofá y las piernas apoyadas sobre una pequeña mesa ratonera color caoba. Su mano protectora estaba alrededor de mi cintura y la otra la tenía apoyada sobre su impresionante estómago dando la imagen de la pareja perfecta que ha decidido acurrucarse a pasar la tarde sobre el sofá de su sala.

Aquello no me parecía correcto, porque era algo demasiado íntimo, pero al demonio, díganle eso a las hormonas embarazadas que me llevaban a dormir casi como un oso en invierno. Sentí el calor reptando por mis mejillas mientras levantaba con cuidado mi cabeza del pecho de Alec cuya respiración rítmica subía y bajaba pacíficamente. No quería despertarlo, ya era demasiado bochornoso que me quedara dormida encima de él, no necesitaba que viera mi cara roja y pensara que tuviera problemas de presión arterial.

No tuve tanta suerte.

Sus ojos azules asomaron brumosos por el sueño a través de la rendija de sus pestañas largas cuando levantó levemente la cabeza. Luego los cerró de nuevo mientras dejaba caer una vez más su cabeza hacia atrás con un suspiro cansado.

Sabiendo que era inútil la sutileza, terminé de levantarme del todo. Me estiré como un gato mientras bostezaba con la boca increíblemente abierta. Tus modales mejoran Sam. Definitivamente estas de camino a convertirte en toda una dama.

- ¿Despertaste hace mucho? – La voz de Alec era adormilada mientras cruzaba los brazos sobre el pecho y continuaba con los ojos cerrados.

Corté mi bostezo y respondí rumiando como una cabra comiendo pasto – Un minuto más o menos. Lamento haberte utilizado como almohada. Ni siquiera me di cuenta –

- No hay problema – murmuró moviendo su cuello de lado a lado como si tuviera una contractura – Creo que ambos necesitábamos la siesta –

- Djin debería grabar su cháchara incesante y venderla en EBay. Ganaría millones... - dije sonriendo mientras estiraba las piernas - ¿Quién era la pobre chica a la que torturaba? –

Por alguna razón dudaba que el idiota dedicara sus ratos libres a acosar chicas a través de internet. Con su aspecto caliente no hacía falta, estaba segura de que las chicas caían como moscas a sus pies, lástima que hasta allí le llegara el encanto. Abría la boca y era como tener a la hermanastra fea y a la bruja de Hansel y Gretel, todo en su sola y carismática personalidad.

AwenWhere stories live. Discover now