Capítulo 20

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Sam

Bien. Había sido una bonita escena familiar, una en la que todos unidos y sonrientes deseábamos patear el apoltronado culo de la reina del aire y de paso barrer el suelo del salón de consejo con sus brillantes rizos Cabbage Patch hasta que estos quedaran como un trapeador de escuela. Nicksa y mi cariñín parecían entusiastas, exultantes ante las ultimas fatídicas palabras del muy idiota dios del fuego. Ghob, bien, estaba aprendiendo que el sujeto era un santo al que solo le faltaba la canonización y la bonita aureola dorada sobre la tiesta, porque su imparcial mirada iba de los rostros complacidos de su retoño idiota y su esposa con cierto aire de reprobación, pero tampoco se opuso a lo que Djin había establecido. Tampoco Aireen ni Loran quienes asintieron en silencioso acuerdo al igual que mi enorme príncipe rubio quien aún en ese instante me había estado rodeando en su cómodo, cálido y sexy abrazo del infierno. Al parecer y por la expresión austera y hasta casi asustada de la bruja del aire, aquella sentencia era algo malo, muy, muy malo. Y yo que no estaba tan desconectada con toda esa cosa de leyes y demás, sabía que las palabras que había soltado Djin eran como una sentencia que rezaba mucho sobre la inminente patada en el culo que Paralda tendría en su muy antiguo trasero de deidad suprema del aire. Basta decir que ella simplemente se puso de pie, clavando la mirada indignada en todos y cada uno de los presentes, antes de girarse sobre sus talones y marcharse ondeando la seda genial de su vestido lavanda lejos de la vista de todos nosotros. La sesión había durado nada después de eso. Se verificaron las medidas de seguridad y la nueva distribución de mi muy amado y jodidamente acojonante ejército de brutales quimeras sombra con las cuales el ejército de Tinkerbells con armadura Gucci estaban fascinados. El Team Gandalf de mi cariñín no estaba segura. Ellos eran como jodidas estatuas vivientes que podían tener cualquier jodida expresión bajo esas túnicas espeluznantes. No miento cuando digo que me causaban cierto repelús ¿Estaría en mi potestad algún día cambiar las morbosas túnicas estilo parca, por alegres tutus de colores y en lugar de báculos concederles una brillante varita mágica con una estrellita dulce en la punta? Ese era un punto a discutir con mi cariñín.

Cuando cada quien se dispersó por su lado, mi par de oro y yo nos dirigimos inconscientemente hacia el jardín, necesitaba un poco de jodido aire fresco para sacar de mi sistema la constante sensación de encierro, al parecer la bendita sesión de consejo había durado casi ocho horas y ahora mismo el sol se inclinaba gloriosamente en un atardecer que parecía pintado por una paleta de oleos sobre un horizonte que era casi beatífico. Me desperecé sintiéndome con el culo entumecido como el de una estatua de mármol y de inmediato sentí los brazos de Oäk envolviéndome desde atrás, su perfume a mar y gardenias debilitando mis sentidos, cuando con ternura afirmó su mentón sobre mi hombro para observar el atardecer a mi lado.

- Me gustan los atardeceres... - murmuré con una sonrisa satisfecha mientras afirmaba mi cabeza a la suya – Empezaron a gustarme desde que empezamos a observarlos juntos desde mi pequeño jardín... - Era cierto. Cuando solíamos vivir en mi departamento, él y yo habíamos construido ese pequeño ritual cada día, donde nos perdíamos conversando por horas hasta que el sol caía y la noche llegaba con sus estrellas a saludarnos.

Oäk besó mi cuello suavemente y sentí como una leve sonrisa se distendía en los labios tibios causándome un placentero escalofrío – Podemos empezar de nuevo – dijo con cierta sorna – yo dejé de admirarlos cuando me prohibieron regresar a tu mundo. Hacerlo sin ti, por ese entonces, era como traicionarte. Ahora ambos podemos tener un nuevo comienzo, cariño... -

Sonreí intentando que la mención a nuestra horrible separación no me afectara tanto. Ahora estábamos juntos ¡íbamos a casarnos por el amor a todos los retoños de Faiel! Así que simplemente asentí – Me gustaría... - dije volviéndome hacia él mientras le sonreía como una tonta que ha perdido el juicio por un solo favor de esos maravillosos ojos de agua– Me gustaría mucho... -

AwenWhere stories live. Discover now