Capítulo 11

743 82 2
                                    


Sam

Yo estaba cabreada. Jodida e infinitamente cabreada. Yo era una jodida y maldita ojiva nuclear a punto de hacer explosión y volarle el culo a un par de imbéciles rastreros malditamente traicioneros con cara de idiotas y de paso a su par de pequeñas molestas chinches malcriadas y perfectas de las que hacían gala como si fueran el accesorio bonito de la noche.

¿Cómo diablos se atrevían? ¿Cómo mierda en este universo ellos podían mostrarse abiertamente con ese par de pequeñas ratas vestidas de seda a las que todo el mundo consideraba sus prometidas cuando yo estaba en este mundo, esperando al heredero de estas jodidas tierras? ¡Su sangre, maldición! ¿Cuándo ellos decían que me habían amado tanto? Djin tenía razón, aquellos bastardos no me querían para consorte, toda la mierda que me dieron la última vez había sido una puta mentira. Ellos ya tenían a sus jodidas futuras esposas esperando por ellos ¡Diablos, hasta Elsie lo había mencionado una vez! Solo que yo había sido demasiado ingenua, demasiado estúpida como para permitirme creerles. Malditos bastardos hijos de puta. Me las pagarían, con creces. Y si pensaban que la idiota mujer Keltoi apreciaría que ellos la tomaran como su amante de turno, presto estaba. Ellos habían sacado su ticket derecho al camino del jodido infierno.

Djin apretó levemente mi mano, trayéndome un segundo a la realidad y acercó sus labios a mi oído causándome un escalofrío placentero que seguramente fue percibido por ellos a través de mi trisquel. Pequeñas dulces bendiciones de la venganza.

- Sobrinita, si no sonríes y quitas esa cara asesina, la gente confirmará que eres una hermosa y genocida reina como lo era tu ilustre madre.... - El idiota lo había hecho a propósito. De inmediato sentí la agitación negra de los celos acicateándome desde dos puntos distintos, quemándome como el filo de un jodido cuchillo en la tiesta. Besaría a Djin de nuevo por arriesgar su culo y su cara bonita de esa manera.

Sonreí procurando verme encantadora como un jodido sol mañanero mientras volvía mi rostro que quedó a centímetros del idiota pelirrojo que suicidamente, no se alejó, ni se movió. Estábamos prácticamente nariz con nariz mirándonos a los ojos con un gesto tierno que seguramente para el mundo en general lucía como si fuéramos a darnos un beso – Estas arriesgando tu culo en esto – mascullé entre dientes sin dejar la plástica sonrisa – Gracias por ello –

Djin sonrió viéndose un dios absurdamente guapo y libertino mientras se encogía de hombros y tomaba mi mano para darle un casto beso elegante sin dejar de mirarme directamente a los ojos, como si no pudiera ver nada más – Recuerda. Solo pido que tu primogénito lleve mi nombre. Nada más... -

No pude evitarlo, a pesar de mi jodido mal humor, me reí en serio – Te lo estas ganando idiota –

Nos volvimos al mundo en general y mis ojos escarbaron disimuladamente en el par de imbéciles príncipes de Faiel cuyos rostros eran ahora una jodida mascara pétrea que tenían tallado con sangre el asesinato inminente de Djin. Ellos estaban furiosos, podía decirlo aun si no tuviera el jodido lazo de por medio. Bien por ellos, pero yo no iba a amedrentarme. Yo no había sido la maldita traidora que había hecho promesas que no tenía intenciones de cumplir y luego había desaparecido. Yo no era la que tenía colgando de mi ropa interior a un jodido prometido de mierda. De lo único que podía culparme ahora mismo era de haber hecho una vez mas el papel de estúpida por venir a este mundo a salvarles el culo de las idioteces temerarias que estaban haciendo, cuando a leguas se veía que ellos estaban perfectamente. En realidad, la que necesitaba ser salvada de su propia estupidez era yo. Ellos estaban mucho más que excelente, dada la forma en la que las pequeñas arpías que tenían al lado se aferraban de ellos con sus pequeños garfios de mierda. Demonios, quería golpearlos, yo solo quería barrer el impecable suelo del inmenso salón con sus jodidas caras demasiado encantadoras. Estaba segura de que mi arrebato asesino de furia no sería buen visto por los parroquianos a quienes quería impresionar. Mis deseos asesinos deberían esperar hasta que no hubiera testigos, era una promesa. En cambio, solo sonreí.

AwenWhere stories live. Discover now