Capítulo 23

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Oäk

Ella dormía pacífica sobre mi pecho y era hermosa. Sus hebras de cabello oscuro, bebían la luz del sol y se volvía de un color rojizo similar al vino resaltando aún más la suave iridiscencia dorada de su piel desnuda tan suave como un botón de rosa que recién se abre a la vida. Ella se removió entre sueños y su suave muslo torneado trepó sobre mí, atrapando mi cadera en el tibio calor entre sus piernas, allí donde me había perdido tantas veces esa noche hasta que el alba nos había sorprendido a los tres exhaustos de tanto amarnos, con el cuerpo y el alma tan satisfechos que habíamos caído rendidos al sueño en una maraña de extremidades, sin ni siquiera darnos cuenta.

¿Sería así de ahora en más? ¿Amarla cada día? ¿Hacer réplicas de esta noche por lo que quedase de nuestras largas existencias? ¿Sostenerla como la estaba sosteniendo ahora, envuelta entre mis brazos, su desnudez magnífica llenando mis sentidos, su fragilidad y belleza golpeándome en el pecho con tanta fuerza que dolía? La respuesta que vino a mi mente fue una sola y que asasen mi culo en una hoguera si decía lo contrario, pero yo me sentía condenadamente feliz. Tanto como para sonreír como un jodido idiota al aire dándole las gracias al destino, al mundo y a los designios de la suerte de los viejos duendes por este regalo. Por el regalo de la vida que crecía bajo la piel de aquella mujer que ahora mismo era el pilar de todo mi mundo, por la oportunidad de poder amanecer con ella entre mis brazos una vez más, por dejar atrás y en el olvido el tiempo en que creí que nunca jamás volvería a verla. Mi mente ni siquiera alcanzaba a desenredar como diablos había hecho para sobrevivir sin perderme a mí mismo en aquella pesadilla, pero me importaba una mierda. Sam, mi Sam estaba a salvo, regalándome el calor se su cuerpo tibio y magnífico, reconfortándome los sentidos con el suave y dulce aroma a frutos rojos de su esencia. Ella era tan mía... tan nuestra.

Sonreí como un idiota una vez más al aire, extraviado en la alta bóveda prístina del techo donde flotaban altos mis pensamientos felices. Vislumbraba tan jodidamente lejanos los días en los que como el grandísimo imbécil que era, temía a la mierda de perderme a mi mismo por ella, sin saber que al perderme a mi mismo era a ella a quien hallaba al final, era ella y esa vida creciendo en su interior la que completaban mi mundo y joder, yo la amaba malditamente tanto...

Un movimiento furtivo llamó mi atención por el rabillo del ojo desde el jodido balcón cuyas cortinas habíamos olvidado cerrar por la noche y que ahora mismo dejaba entrar cada mota dorada de luz. Mis pensamientos felices se espabilaron como una jodida nube cuando caí en la cuenta de que un lado del enorme lecho estaba jodidamente vacío y que su ocupante idiota de culo dramático estaba de pie, con las posaderas al aire, afirmado sobre el jodido balcón perdido en su propio jodido caldo de pensamientos ¿En que momento se las había arreglado para salir de la jodida cama? Y lo mas importante aún ¿Podría ser mas imbécil para desear salir de ella en primer lugar? Miré a mi chica, su carita graciosa soltando suspiros felices, con su cuerpo creador de jodidos pecados envuelto a mi alrededor oliendo a la mismísima gloria y tuve mi jodida respuesta a esa pregunta estúpida, pero como el imbécil que era, iba a hacerlo. Iba a salir de aquella probada de paraíso solo para averiguar que demonios había sucedido con el bastardo que era mi hermano la jodida noche anterior. Él podía tener el carácter de un jodido demonio cuando su bastardo interior estaba de mal humor, pero Arien era de esos sujetos que podían aparentar con una sonrisa su mierda mientras te golpeaba con la esa jodida arrogancia suya que hacían desear golpear su jodida cara contra una pared. Él era una mierda diplomática mucho mas controlada que yo que sabía dar sus batallas con su mierda de lengua afilada. Él récord que guardaba en su historial de discusiones con la mocosa entre mis brazos que no se quedaba atrás hablaba por ello maldición, pero anoche había sido distinto. Por la mierda golpeándome a través del trisquel cuando lo vi de pie casi medio estrangulando al jodido imbécil Cazador supe que no habría mierda diplomática para él, solo el jodido asesinato. Porque demonios, sí, Arien deseaba matar al hijo de puta con la misma insana saña de un jodido diablo al que le han arrebatado un alma del infierno. Él nunca solía perder el control de esa manera por lo que algo jodidamente malo debía haber sucedido.

AwenWhere stories live. Discover now