Capítulo 12

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Sam

Buenos dioses.

Ellos lucían malditamente molestos. Estaban furiosos a un nivel máximo supremo y compenetrados completamente en el modo patea culos que lo hacían lucir malditamente calientes como un infierno. Aunque por supuesto, jamás admitiría lo ultimo ni aún bajo amenaza de tortura.

Malditas hormonas de embarazada. Habían comenzado a alborotarse ni bien ellos habían tomado mis manos y ahora mismo se agitaban sin control, mas allá de mi furia que era solo como un jodido condimento implícito a mi lujuria, no entendía muy bien por qué, pero en ese momento en todo lo que podía pensar era en arrastrar hacia la alfombra a aquel par de idiotas terriblemente calientes y montarlos hasta que se les volaran los sesos. Demostrarles cuan suficiente mujer podía ser para ellos y no el par de bonitos accesorios que habían quedado atrás en el salón de baile con la jodida boca abierta al igual que el resto de Faiel. Por supuesto, eso jamás sucedería. No porque la mierda de mi rencor y mis deseos de patearles en la madre de todos los dolores era la antítesis para mi maldita lujuria.

Aún así ¿Era necesario que Oäk se viera tan malditamente irresistible con esas lujosas ropas de lanilla blanca y bordados de oro que resaltaban asombrosamente la claridad marina de sus ojos de infarto? ¿Por qué demonios mi cariñín tenía que verse tan jodidamente caliente con sus ropajes negros de cuello alto con bordados de plata que junto a la intensidad de sus ojos oscuros lo hacían lucir como un jodido ángel caído de la lujuria? Demonios. Era la primera vez que los veía vistiendo como lo que realmente eran, los herederos al trono del jodido mundo de las hadas. Las orejas en punta que ahora mismo no se molestaban en ocultar con magia elemental así lo decían y sino, las diademas adornando elegantemente sus frentes eran una gran pista. Una de plata por el príncipe de invierno, una de oro por el príncipe de verano. Y yo estaba esperando a un bebé suyo. Ellos se veían tan increíblemente impresionantes que me estaba costando la vida el no saltarles encima y jugar todo tipo de juegos sucios con ellos.

- ¿Por qué demonios nos mira así? – Oäk frunció el ceño.

- Ella está teniendo malos pensamientos con nosotros – sugirió el otro idiota afirmándose a la pared mientras se cruzaba de brazos.

Estreché mis ojos sobre él. Me cortaría la jodida lengua antes de admitir en voz alta que el muy imbécil tenía razón – Por supuesto que los tengo, cretino – dije mascando una sonrisa – Quiero patearles el culo –

- Claro nena. Y tener un jodido orgasmo mientras tanto ¿cierto? – resopló el idiota de Arien demasiado pagado de sí mismo.

- Viejo... - gimió Oäk – No la presiones –

Me crucé de brazos disfrutando enormemente cuando ese par miró descaradamente la curva de mi muy inflado escote como un par de jodidos lobos hambrientos – Por supuesto. Patearles el culo debe ser una experiencia jodidamente orgásmica, idiota. Seguramente me hará tocar el puto cielo con las manos... -

- Cariño... -

- ¡No me llames cariño! – Chillé enfurecida – No soy ni cariño, ni nena, ninguna de esas mierdas para mí ¿Entendido? – Alcé el mentón con altivez desafiante mientras miraba endurecerse cada rasgo en aquel par de infartantes sujetos - Perdieron el derecho a cualquiera de esas palabras desde que decidieron que yo solo era una mierda desechable a la que dejar atrás. De ahora en más solo seremos la reina Samara y los imbéciles príncipes de Faiel aquí... -

- ¿Por qué demonios no guardas las garras de arpía por un segundo y te detienes a escuchar lo que tenemos que decir? – Espetó Arien alzando una ceja con molestia.

AwenWhere stories live. Discover now