Capítulo 22

580 70 2
                                    

Sam

Bien, no podía decir que mi cariñín no supiera dar advertencias. Dios y la desgracia eran mis testigos cuando yo decía que él solía tener un carácter del infierno, uno que en verdad daba miedo cuando se enfurecía en serio. Yo había sido meritoria de su culo enfadado tantas veces que ahora mismo tendría que tener mi propia jodida medalla. Sin embargo, había que admitir, no sin cierta tristeza, que todo eso había sido solo un jodido precalentamiento para lo que se avecinaba ahora. Porque demonios, sí. Él estaba jodidamente cabreado, tan mosqueado que sus alas de plata se sacudían como enjambres de abejas furiosas y de cuando en cuando dejaban ver profundos y saturados destellos azules y negros de los que el ni siquiera era consciente, no porque su odio, su rabia casi irracional estaban fijas en un muy taimado Alec que jugaba con sus bolas al hacer oídos sordos a las réplicas de mi cariñín. Era casi como si lo subestimara a propósito y yo... bien, yo solo podía ahogarme en aquel caldo negro y malditamente helado de su rabia llegándome a través del jodido trisquel de mi pecho.

- Alec, por favor, suéltame... - murmuré casi sin voz, cuando supe que definitivamente todo esto se iría al infierno demasiado rápido. Pero el idiota no me escuchó o no quiso escucharme.

Como dije antes, nadie podía acusar a mi cariñín de no saber dar jodidas advertencias. O para lo que fue después, de ser menos lento que un jodido rayo.

Fue solo un estallido de luz de sus ojos oscuros que mutaron en una mierda fosforescente e iluminada de azul como una advertencia en neón del jodido peligro que él era. Luego simplemente hubo un chasquido en el aire gélido como el de un polo, un destello de luz celeste, el sonido de un crujido repugnante y lo siguiente que vi fue como mi cariñín sujetaba a Alec por el cuello, fijándolo a uno de los inmaculados pilares que antes había tenido una bonita enredadera y que ahora estaba rota, dejando expuestas sus espinas clavadas cruelmente en la espalda de Alec donde el mármol se había roto en un montón de fisuras debido a la fuerza brutal con el que mi cariñín lo había estrellado.

Paralizada, yo solo podía mirar la jodida escena frente a mis ojos. Aquella furia irracional que nunca antes le había conocido a mi cariñín, ni siquiera cuando más lo había sacado de quicio con mis estupideces. Ahora mismo estaba a punto de no reconocerlo. No con sus jodidas alas sacudiéndose como las de una langosta molesta, cambiando su color de plata azulada al completamente oscuro, No cuando lo veía sonreír con una siniestra mueca que lejos estaba del humor y demasiado cerca de la locura mientras apretaba con satisfacción la tráquea de mi guardián quien al menos tenía las pelotas de sostenerle la mirada con igual odio y tesitura.

- Jugaste con mi puta paciencia desde el principio... - murmuró mi cariñín y su voz parecía el siseo de una serpiente entonando con el batir furioso de sus alas - ...Te advertí que quitaras las putas manos de ella y no escuchaste... - sonrió macabro mientras su agarre se apretaba aún más haciendo que Alec soltara un gemido agónico – Ella es mía ¿Entiendes? Mi mitad. Mi mujer. Mi consorte. Mi hijo ¿Y sabes? No me gusta que toquen lo que es mío... - ¿Qué diablos? Solo faltaba que mi cariñín levantara la pata sobre mí y se colgara mi ropa interior del cuello ¿Desde cuándo se había vuelto tan jodidamente posesivo? sin embargo, tuve el presentimiento que no le caería nada bien si abría mi boca para contradecirlo. Alec boqueó como queriendo dar una réplica, pero mi cariñín sádico, apretando más fuerte, no lo permitió - ¿Qué? Oh, lo siento. No puedo entenderte... - se burló con un humor que lejos estaba de sentir – Vamos a ver si nos entendemos de amo y a el perro faldero que eres... - Dijo con arrogancia y luego acercó su rostro acojonante hacia el de Alec que le sostuvo la mirada devolviéndole un odio tan visceral que creí que podía apuñalarlo - ...No importa cuanto tenga que compartirla con Oäk, aun cuando él es mi hermano, aún tengo serias dificultades con el asunto, pero... – se encogió de hombros - ...es lo que es. Sin embargo, jodido bastardo hijo de puta, eso no significa que esa invitación se haga extensiva para ti. Vuelve a tocarla, vuelve a mirarla siquiera y juro por mi puta corona de mierda que voy a matarte... -

AwenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora