4. El plan

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- ¿Cómo has pasado la noche, Samantha? - preguntó el doctor Riviera.

Era su primer cita a solas con él desde que había ingresado a la clínica el día anterior,estaban en su consultorio ubicado también el en segundo piso. 

Había acabado de almorzar hace apenas media hora en el mismo comedor de siempre, aunque esta vez y al igual que en el desayuno, no había hablado con nadie.

Ari, que era la única persona que había conocido allí, no se había presentado a ninguna de las dos comidas. Samantha se preocupó un poco, aunque luego quitó esos pensamientos de su mente.

Hacerse amigos podía perjudicarla, confiar en la persona equivocada iba a echar por los suelos su plan.

El desayuno había estado bueno, Flavio tenía razón.

Le habían dejado elegir entre una variedad de infusiones y distintos tipos de panes.

Luego de eso tuvo su primera sesión grupal con el resto de los del piso. 

Una enfermera la acompañó a las diez de la mañana hasta una de las salas más grandes y se sentó en una silla ubicada en forma de ronda. El psiquiatra llegó y se colocó en un lado, dijo un par de palabras introductorias para aquellos que eran nuevos, en éste caso sólo Samantha, y luego comenzaron a compartir sus experiencias del día anterior.

Aunque el médico había animado a Samantha a hablar, ella había preferido no decir nada. Éste era un poco más amable que el doctor Riviera pero no estaba segura de si podía confiar en él.

Si su tía le había pagado una buena cantidad de dinero a aquel doctor para que la mantuviese allí, ¿que le impediría pagarle a éste también?

A esa conclusión del pago había llegado durante la madrugada, cuando la cabeza le iba a miles de kilómetros por hora para intentar idear algo que la sacase de allí.

- He dormido muy bien - mintió.

Flavio le había acompañado a la habitación a las once en punto, hora en las que las luces se apagaban. Le entregó tan sólo dos píldoras blancas.

- Éstas sólo son píldoras para dormir - le explicó el chico - no pueden darte otra cosa hasta no diagnosticarte mejor, cosa que harán en tu cita de mañana a las diez.

Flavio se quedó allí mientras Samantha se metía ambas píldoras en la boca y luego le tendió un vaso de agua.

- Te harán muy bien, vas a descansar esta noche y mañana estarás mejor - le animó.

Samantha solo asintió con la cabeza.

No podía decir mucho con dos píldoras bajo la lengua.

Flavio le dedicó una sonrisa y le deseó las buenas noches, para luego irse cerrando la puerta tras de él.

Samantha corrió a su pequeño cuarto de baño y escupió ambas píldoras en el retrete. No iban a meterle nada.

- No te ves como si hubieses descansado - le contestó el psiquiatra.

Samantha se había refrescado la cara varias veces en el día pero al parece nada podía ocultar las escasas dos horas que había dormido.

- Pero me siento mucho mejor - respondió.

- Me alegra oír eso - Riviera sonrió falsamente - ahora quiero que me cuentes todo lo que ocurrió desde que tu madre falleció, Samantha. Todo lo que recuerdes hasta el día de hoy.

Había pasado un mes ya desde ese momento.

Samantha hizo un esfuerzo para contarle todo lo que recordaba, haciendo caso omiso al hecho de que no dormía y se pasaba los primeros días llorando, porque si quería demostrar que estaba bien no iba a darle pie a que pudiera interpretar mal sus palabras.

Plumas blancas [ flamantha ]Where stories live. Discover now