14. Amenazas

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- ¿Cómo has estado, Samantha? - le preguntó el doctor Riviera en cuanto ingresó a su consulta.

Ella apenas podía mirarle a cara, el día anterior Flavio le había mostrado aquella fotografía donde salía sonriente junto a su tía y no paraba de pensar en ello.

Se estaban riendo de ella.

De seguro su tía disfrutaba de la empresa y de la casa ahora que Samantha ya no estaba allí. ¿Habría ido el hombre también a su casa, cenado en su mesa, quizás dormido en la cama del cuarto que su tía se había adjudicado al mudarse?

¿Que tipo de relación tenían?

¿Eran amantes? Susana no estaba casada, tampoco tenía hijos. Podían estar repartiendo entre ambos las ganancias de la empresa ahora que Samantha no se beneficiaba de ellas, podían estar haciendo lo que quisieran con lo que era suyo y de su madre.

- Mucho mejor - respondió Samantha mientras tomaba asiento frente a él.

- Me imagino - el tono de voz del doctor Riviera le pareció extraño, y lo confirmó en cuanto escuchó su siguiente pregunta - ¿Cómo está Flavio?

- ¿Flavio? - Samantha se extrañó, él nunca le nombraba al chico.

- Lo pregunto por la herida, ¿está mejor?

- Ah, si, está mejor.

- Que bueno - el hombre acomodó en su sitio algunos papeles y carpetas que había sobre el escritorio y volvió a fijar su mirada en ella - ¿y se lo ha pasado bien rebuscando en mi oficina?

La respiración de Samantha se paró en cuanto escuchó eso último.

- No creas que no lo se - volvió a hablar con superioridad - no se lo que estaba buscando, no se lo que ha encontrado, o que creyó encontrar, pero dile que no le conviene seguir por ese camino.

- No se de que está hablando - mintió Samantha.

Todo su cuerpo estaba temblando ahora.

Aquel doctor había sido el causante de muchas emociones en Samantha, como enojo e impotencia, pero ahora le estaba dando miedo.

- Sí que lo sabes - sonreía como si estuviesen conversando en un bar una tarde de sol - tu, haciendo guardia afuera en el pasillo como si estuvieseis robando un banco mientras el chico hacía quien sabe que cosas aquí dentro.

Samantha no contestó, quería salir corriendo de allí.

- Ésta clínica tiene ojos en todas partes, Samantha - le dijo el doctor - y yo también.

Todo aquel miedo se transformó en furia y Samantha le dijo lo que llevaba pensando desde el primer día que había pisado aquella clínica.

- Se que lo estáis haciendo tu y Susana, se que estáis trabajando juntos para mantenerme aquí y tengo pruebas.

- ¿Que pruebas? - rió el hombre - y en caso de que las tuvieras, ¿quien va a creerte a ti, una pobre loca que solo busca salir, como el resto de los que están encerrados aquí?

- No me importa lo que digas - soltó - al final voy a acabar descubriendo lo que está pasando aquí.

- ¿Tu con la ayuda de quien? ¿Del chico éste? Si es apenas un niño, no tiene idea de nada - a Samantha le estaba comenzando a molestar que hablara así de Flavio y estaba a punto de explotar en cuanto volvió a escucharle hablar - pero bueno, siendo el hijo del director puede darme más problemas de los que creía.

- Flavio no tiene nada que ver en ésto - le dijo en tono serio.

Samantha se dio cuenta que ya no estaban fingiendo ser un doctor y una paciente, estaban hablando por primera vez cara a cara y con la verdad, sin máscaras ni actuaciones.

Plumas blancas [ flamantha ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora