8. Falsos poemas

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Había pasado ya una semana desde aquel día donde Flavio se quedó con ella escuchando música en su habitación.

Desde ese momento, la relación entre ellos había ido a mejor, conversaban más y paseaban por jardín casi todos los días.

Samantha quería acelerar las cosas, cada día que pasaba allí se le hacía peor, pero no podía hacer mucho más. Flavio era demasiado correcto, y si se estaba dando cuenta de los intentos de ella por ligar con él, no decía ni hacía nada al respecto.

Ese día tenía cita con el doctor Riviera, lo veía cada dos días y cada vez lo odiaba más. Se había pasado la noche anterior pensando en que si su tía le estaba pagando de algún modo para mantenerla allí dentro, debería de haber algún comprobante de eso. 

Un cheque, un depósito en el banco, algo.

Pensó en las posibilidades pero no había forma de encontrar nada de eso estando allí dentro.

Una vez que lograra escapar y se pusiera en contacto con su abogado, sería lo primero que haría. Buscar pruebas.

- Estoy mucho mejor - le dijo Samantha al doctor Riviera.

Él la miraba dudoso, de seguro que no entendía cómo ella se encontraba tan bien si se suponía que debía estar bajo el efecto de la pila de medicamentos que le estaba dando.

Pero Samantha no se estaba tomando ninguno.

Hacía unos días que le había subido la medicación, por alguna razón, pero su almohada tenía mucho lugar para guardarlas.

Siguiendo el consejo de Ariadna, había sacado su almohada de la funda blanca y le había cortado un par de costuras que tenía a un lado. Metía las píldoras por allí y volvía a colocar la almohada en su sitio.

Su amiga tenía razón, no se notaba para nada.

- Es una pena que usted se haya olvidado de notificar sobre mi problema de audición en el expediente - le dijo en tono amargo, se lo estaba guardado desde hacía una semana - que bueno que Flavio se ocupó de hacérselo saber.

El hombre la miró de una forma que podría llegar a intimidar a alguien, pero Samantha tenía la mente limpia para éste momento y era más inteligente que él.

- Ya, no se cómo lo he podido pasar por alto - respondió sin una pizca de arrepentimiento.

- Si estoy mejor ya podría irme, ¿verdad? - le preguntó, aunque sabía perfectamente que le diría que no.

- Esto no es un tratamiento de diez días, Samantha, no podemos evaluarte en tan poco tiempo, y que estés bien ahora no significa que lo estés mañana.

De seguro que él deseaba que no estuviese bien mañana.

- Te voy a subir la medicación, ¿te parece? - le dijo, cosa que sorprendió a Samantha.

- ¿Por que? Si estoy bien, estoy mejor.

- Por eso mismo, para que sigas estando bien - le respondió con una falsa sonrisa.

Samantha no era médica, pero sabía que eso no tenía sentido alguno.

Decidió dejar el tema y continuar la cita sin levantar sospechas de nada, al final le diera lo que le diera no iba a tragárselo.



- ¿Te han venido a visitar ayer? - le preguntó Ari.

Estaban en su cama, Samantha ahora acostumbraba a ir al cuarto de su nueva amiga para pasar el rato por las tardes.

Le servía para despejarse y hablar con alguien le hacía bien.

Plumas blancas [ flamantha ]Where stories live. Discover now