22. Volver a las raíces

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- Prometo que no voy a volver a estar tanto tiempo sin venir a veros - le dijo Flavio a su madre mientras le daba un abrazo de despedida en la sala de su casa.

- Espero - respondió ella mientras le devolvía el abrazo - y más aún si vas a venir con esa sonrisa en la cara.

Samantha rió al ver que Flavio se sonrojaba mientras se soltaba de su madre.

- Y a ti también esperamos verte pronto, Samantha - ahora la mujer se acercaba a ella para abrazarla también - sabes que eres más que bienvenida aquí y que estamos para que lo necesites.

Samantha sonrió y la estrechó entre sus brazos, la conocían desde apenas unos días pero aún así la trataban como si ya fuera de la familia.

Echaba de menos tanto la sensación de estar en familia que tuvo que repetirse a si misma mentalmente que aquello no era verdad, que Flavio y ella no eran pareja realmente y que solo estaban fingiendo serlo porque era la forma mas fácil de explicar su presencia allí.

Sin embargo, algo entre ellos había cambiado, ¿verdad?

La noche anterior, una vez que todo ya había acabado, Flavio había ido a beber agua y le había traído un vaso a ella también. Se acostaron ahora sí con intenciones de dormir y se dieron un buen beso antes de caer rendidos, abrazados o mas bien enredados entre sí.

Actuaban como una verdadera pareja, aunque no lo eran. 

Puede que aquellos primeros besos en la clínica hubiesen sido por el simple hecho de sentirse acompañados, por la necesidad del calor y la compañía del otro, siempre con una buena dosis de atracción mas que notoria.

Sin embargo, ya no era así. 

Ahora era más que eso, más que una simple atracción o necesidad de contacto.

Samantha quería estar con Flavio, le gustaba contarle sus problemas porque era la única persona capaz de hacerle sentir que todo iría bien, le gustaba escucharlo tocar el piano que tenía en su habitación aunque se habían quedado muy pocos días y le hubiese gustado oírle más. Le gustaba sentarse junto a él a hablar de cualquier cosa, por más insignificante que fuera, cualquier tema de conversación que saliese de la boca de Flavio era interesante. Le gustaba que la llevase a las pequeñas tiendas que había en su ciudad en búsqueda de libros usados y que le animase a probar aquel sabor de helado tan extraño que al final le acabó gustando. Le gustaba verle reír, mucho, sobre todo cuando algo le hacía tanta gracia que cerraba los ojos y echaba la cabeza hacía atrás, haciendo que la risa se le contagiase a ella.

Recordaba como su madre una vez le había contado que supo que su padre era el amor de su vida en cuanto le escuchó reír sin parar y la risa se le contagió a ella también.

Samantha sabía que sentía cosas por Flavio, pero en éste viaje improvisado las había sacado todas a la luz, sobre todo porque se había dejado ser. Se había permitido volver a ser aquella que era antes de que todo cambiase por completo en su vida. Se había reconocido a si misma que le gustaba demasiado dormir con las piernas de Flavio enredadas con las suyas y aceptó que le gustaría volver a aquella casa donde se había sentido demasiado cómoda también. Se permitió sonrojarse como una niña cada vez que él le decía lo guapa que era, o le pasaba una mano por la cintura y el resto del mundo dejaba de existir.

Sabía que a Flavio le pasaba algo similar, aunque ninguno de los dos lo hubiese dicho en voz alta aún. Lo sabía por cómo lo sentía relajarse cada vez que se echaban a dormir juntos o por cómo se le erizaba la piel en cuanto ella le dejaba besos en el cuello.

Estaba segura de que sentían lo mismo, de que se quedarían juntos en aquel lugar por el tiempo que fuese, alejados de la realidad, si no fuera porque ésta misma los obligaba a volver. Sabía que quería estar con él en la ciudad que fuese, pero también era consciente de que habían muchas cosas por resolver.

Plumas blancas [ flamantha ]Where stories live. Discover now