¿FIN?

26 5 1
                                    


El Maestro de las Profundidades y su Humilde Servidor lograron su ansiada meta: destruir la vida del Hijo Pródigo.

La historia continuó. A las semanas, al joven lo golpearon y dejaron herido los mismos comerciantes que se hacían llamar sus "socios". Lo dejaron tendido en la calle, robándole todas sus pertenencias.

La llave de su preciado taller se fue en manos de los malhechores. Cuando pudo recobrar el aliento, el Hijo Pródigo se echó a correr y se dirigió hasta su amado taller. Cuando llego fue demasiado tarde. Todo estaba en cenizas. Su corazón también. La joven de la cual se había enamorado había sido cómplice de tal asalto.

Quedándose solo y sin nada en la calle el joven comenzó a llorar. En cuestión de minutos sus sueños se vieron rotos. En cuestión de segundos todo por lo que había luchado estos meses se vio desbaratado. Nada tenia sentido. Ya no había propósito. Ya no había esperanza.

¿Qué hare? -se dijo ¿A dónde iré? El joven no le encontraba sentido a esta vida ya sin nada por lo que vivir. Sin nada por lo que levantarse. Sin nada por lo qué luchar o continuar. Todo lo que el anhelaba se había hecho pedazos.

Las fuerzas del mal, victoria aclamaban. Su misión había sido fructífera. Nada los llenaba más que ver la vida del Hijo hecha pedazos. Nada les gustaba más que haberlo aparatado de su casa y ahora, jamás regresaría.

El joven seguiría su vida, resentido con el Padre. Enojado contra su Creador. Ahora su corazón duro y frio había decidido jamás volver.

El Hijo Pródigo, sin esperanza alguna, sin motivos por los cuales seguir vivo pensó en quitarse la vida. Tan pecador se sentía. Tan destruido. Tan dolido. Se levantaba cada día pensando en su taller, en su amada, en cómo iba a prosperar, pero ahora, nada de eso tenía.

Se dirigió hacia el puerto. Estaba a unas cuadras de su taller. Decidió caminar, a pesar del terrible estado en el que se encontraba. Todavía las heridas de la golpiza le sangraban. Sus ropas estaban destrozadas por los golpes. Su cara estaba hinchada.

¡Para qué seguir vivo! ¡Por qué debería continuar!

Por un momento, pensó en la casa de su Padre, en cuán feliz había sido allí. Recordó sus meses viviendo allí. El amor de su Padre, sus hermanos cantando alrededor de la mesa, su humilde taller. Recordó lo que es sentirse "pleno".

Pero no... amaba mucho más a todo lo que había "perdido" que nada ahora lo saciaba. El Hijo Pródigo jamás habría pensado en encontrarse en esta situación. Pero lo estaba. Una decisión entre la vida y la muerte. Una decisión que lo cambiaría todo. Una decisión de la cual no podría volver atrás.

La vida o la muerte. Pero las voces del mal eran aún más fuertes. Y fue en ese instante que, simplemente, lo hizo. Agarró piedras del costado del puerto y solo, saltó...

¿FIN?

Cartas de un pródigo                               Where stories live. Discover now