XXIX

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"—¿No es qué habías cortado ya con él? ¿Por qué debes ir a verlo?

—Porque no se siente bien, pa, y me pidió si podía ir a verlo.

—Está con su hermano, si se siente mal, que lo lleve él al hospital, o llame a un médico.

—Papá, por favor, sólo quiero verlo y nos volvemos."

Sebastien había terminado aceptando llevar a Giselle hasta la casa de Mart, algo que realmente no le había gustado en lo más mínimo. Pero su hija se notaba tan preocupada, que terminó cediendo.

Mientras su padre la esperaba en la sala, junto al hermano mayor y novia del mismo, Giselle fue hasta la habitación que estaba ocupando Mart.

El joven moreno estaba acostado en la cama, tapado por debajo del mentón con una manta, y un paño frío en la frente.

—Gisse, sé que estás aquí, el olfato no lo perdí.

Ella sonrió suavemente y se acercó hasta la cama, sentándose en el borde de la misma, para luego acariciar su cabello.

—¿Qué te ocurrió?

—No lo sé, fuimos ésta tarde al hospital, me han hecho algunas pruebas, pero aún no saben. Aunque la doctora dice que puede ser un resfriado.

—Debes abrigarte bien, y tomar cosas calientes.

Él buscó la mano de ella, y entrelazó los dedos de ambos entre sí.

—Tenía muchas ganas de verte. Te extraño tanto.

Ella sonrió con cierta incomodidad, y le dio unas palmaditas en su mano.

—Hablamos prácticamente todos los días, Mart.

El muchacho la miró a los ojos, luciendo afligido.

—¿Tú no me extrañas?

Ella lo miró, y luego de unos segundos asintió con la cabeza. Mart se sentó en la cama, sin soltar la mano de ella, y con su otra libre, la tomó del rostro.

—No tienes idea, de lo que duele soñar que estamos juntos, y despertar y saber que sólo fue un sueño, que tú ya no eres más mía.

—Mart, no empieces con lo mismo —pronunció bajo, desviando la mirada.

—¿Hay alguien más?

—No.

—Mírame entonces, y dímelo.

Giselle giró su cabeza, lo miró a los ojos, y negó suavemente con la cabeza.

—No hay nadie más.

—¿Aún me amas?

—Mart, por favor.

—Yo jamás dejé de amarte —pronunció en un tono suave, antes de inclinarse hacia adelante, y besarla.

***

Tenía sus orejitas tiradas hacia atrás, y sus pupilas eran dos líneas negras, rodeadas de sus iris casi celestes. El rubio estaba tan molesto, que ya no podía con su mal genio.

Ni siquiera sabía cuántos cigarrillos se había fumado.

Tomó su celular una vez más, y marcó el número de la culpable de su mal humor.

—Oh, señorita Paris, al final se digna en responder mi llamada, luego de estar intentándolo ¡Dos malditos días!

"—Hola, disculpe, pero Giselle en este momento está ocupada."

Zhanda apretó la mandíbula, y sus dedos alrededor del celular.

—¿Y con quién tengo el placer de hablar?

"—Con su novio, Mart."

—Ah, Mart... Bueno, Mart —pronunció en un tono grave de voz, intentando ocultar su gruñido—. Dile a la señorita Paris, que Athana Beraelt, la llamó.

"—¿Athana Beraelt? ¿El médico abogado, psicólogo, científico-?"

—Sí, sí, el mismo —lo interrumpió—. Dile que la llamé.

"—¡Lo admiro demasiado, señor Athana! Con Giselle, hicimos un trabajo en el secundario sobre su investigación de-"

—Que bueno, algún día quizás te conozca y hablamos. Ahora estoy ocupado, buenos días —gruñó antes de cortarle, sin dejarlo hablar.

¿A quién mierda le importaba si ese carajito era su admirador? ¡El bastardo le había dicho que era el novio de Giselle!

Ahora entendía porque la castaña ya no le hablaba, ni siquiera se comunicaba con él. La muy estúpida de seguro estaba idiotizada con ese pendejo.

Qué inmadura y poco profesional había resultado ser Giselle Paris, que hasta dejaba que su "novio" le controlara el celular.

Y sobre todo, que estúpida y poco amor propio tenía, ¡Por aceptar ser una maldita cornuda consciente!

...

El miau miau está en sus días 👀 jajaja

No me dejesWhere stories live. Discover now