XXXI

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Invasión a propiedad privada, acoso de una adolescente, y bueno, quién sabe de qué más podían acusarlo, si lo encontraban.

Buscó con su olfato el aroma de Giselle, y fue hasta la ventana de ella, abriéndola suavemente, intentando no hacer ruido. Para cuando él logró meter medio cuerpo, se quedó paralizado al verla salir del baño, en pijama.

Un pijama que no era para nada para alguien de su edad. ¿Qué jovencita de diecisiete años usaba un pijama de encaje tan sexy?

Ella lo miró atónita, y también se quedó en el mismo lugar. ¿Qué diablos estaba haciendo?

—Vine a disculparme ¿Sí? Dije muchas cosas estúpidas, porque estaba molesto, que ni siquiera pensé, y lo siento.

Ella dio unos pasos hacia atrás, y volvió a entrar al baño. Zhanda gruñó molesto y terminó por entrar, dirigiéndose a la puerta. Y antes de poder llegar, Giselle salió, cubierta con una bata.

—Creí que ibas a huir o algo así para no escucharme.

—No sé con qué tipo de personas estás acostumbrado a tratar, Zhanda. O sigues creyendo que por tener diecisiete años ¿Saldré corriendo a hacer un berrinche? —pronunció tirando sus orejitas hacia atrás, afilando la mirada.

Él la miró a los ojos y sonrió.

—Lo siento.

—De acuerdo.

—¿Eso es todo lo que dirás?

—No sé que más esperas.

—No sé, que me digas que soy un estúpido, un desgraciado, que no debí decirte todas aquellas cosas. Qué me insultes o me lances con algo. Qué reacciones de algún modo, Giselle. A veces siento que trato con un androide.

—Mira, Zhanda, no voy a hacerte ningún tipo de escena, nosotros ni siquiera somos amigos. Nuestra relación, es únicamente profesional, y si-

—¿Ah sí? ¿Únicamente profesional? ¿Sueles visitar a tus entrevistados a sus casas? ¿Pasar tiempo con ellos? ¿Ver películas?

—Busca compañía de tu edad, los nueve años que me llevas, realmente te afectan de sobremanera para saber cómo tratarme.

La miró a los ojos, suspirando luego.

—No quería herirte, sólo estaba molesto. ¿En serio volviste con tu ex? Tú vales más que el lugar que él te daba.

—Jamás volveré a hablar de mi vida privada contigo, porque no corresponde.

—Lo siento, no quise decir aquello, lo siento, Giselle, en verdad lo lamento.

—Está bien.

—Maldita sea, reacciona. Insúltame, enójate ¡Haz algo! —exclamó perdiendo la paciencia.

—Sí, pedirte que te vayas, tengo cosas que hacer mañana, y ya es muy tarde.

—¿Estás o no con él?

—Zhanda.

—Contéstame sólo eso, y me iré.

—Vete.

—Si no lo haces, cantaré.

Ella lo miró desconcertada, y antes de poder hablar, el rubio entonó una nota alta, por lo que Giselle se apresuró a taparle la boca con una de sus manos.

—¿Estás loco? ¡Mis padres están durmiendo al final del pasillo!

Sonrió divertido al ver el enojo en ella, porque malditamente se veía tan adorable enojada, y bajó la mano de su boca.

—¿Estás o no con él?

—Ya te dije que-

Zhanda volvió a entonar alto y Giselle le cubrió la boca con ambas manos.

—¡Ya basta! Te dije que-

La tomó del rostro con ambas manos, y sin que ella reaccionara, la besó, dejándola atónita. Se separó suavemente de su boca, sin abrir los ojos, y volvió a unir sus labios con los de ella, apretando sus dedos en la piel de la castaña, logrando que Giselle le correspondiera.

La sintió estremecerse al rozar su lengua, y deslizó una de sus manos hacia su espalda, acercándola más a él.

La jovencita se alejó suavemente de él, sintiendo sus mejillas arder, al igual que su cuerpo, y se negó a mirarlo a los ojos.

—D-Debes irte —murmuró sintiendo sus piernas temblar.

Zhanda la tomó del mentón, para levantarle la cabeza, y volvió a besarla, devorando su boca con más ganas.

Ella era tan dulce, al diablo si estaba con ese imbecil, él ni siquiera se la merecía.

...

No me dejesWhere stories live. Discover now