XXXIII

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Gimió alto, apretando sus dedos en la baranda de la cama, luego de que él encontrara el punto exacto dónde dar. Zhanda la tomó de las caderas, y se hundió en ella una y otra vez, escuchándola gemir de ese modo tan delicioso, placentero.

Y quería tanto besarla, devorar su boca, pero la jovencita estaba de espaldas a él.

—Z-Zhanda —gimió más alto, antes de gritar, cuando él aumentó el ritmo de sus embestidas, hasta hacerla llegar.

Giselle apretó sus dedos en la madera, antes de dejarse deslizar hacia abajo, y abrazar la almohada, mientras él seguía penetrándola, hasta correrse en ella.

Jadeó bajo cuando salió de ella, sólo para girarla, y besarla, tomándola del rostro con una de sus manos, para quitarse el condón con la otra, y volver a penetrarla, haciéndola jadear.

—N-No, ¿Qué h-haces? —jadeó asustada, tomándolo de los hombros.

—Confía en mí —pronunció ronco, besando su cuello.

Giselle clavó sus uñas en la espalda de él, al sentir como se hundía más en ella, hasta hacerla mezclar el dolor con el placer.

—E-Espera.

—¿Fui m-muy brusco?

Negó con la cabeza, jadeando.

—P-Ponte un condón, por favor.

Salió suavemente de ella, y le dio un beso en la frente.

—De acuerdo.

***

No estaba bien, nada de lo que había hecho estaba bien. Ellos no eran ni siquiera amigos, y había tenido sexo con un hombre que a penas conocía.

Se metió en la ducha, y dejó que el agua caliente lavara su cuerpo, mientras las lágrimas se amontonaban en sus ojos.

Estaba arrepentida, el calor del momento, de la excitación, ya había desparecido, y ahora sólo estaba histérica.

¿Qué había hecho? ¿Cómo había podido ser tan débil? ¿Tan estúpida? ¡Ni con Mart se había acostado tan pronto!

Las primeras lágrimas mojaron sus mejillas, y tomó la esponja, llenándola de jabón antes de pasarla por todo su cuerpo.

Se sentía avergonzada, no volvería verlo, ni respondería sus mensajes, ni nada. Lo más sensato era alejarse completamente de un hombre como él.

Qué fácil la había manipulado, con falso arrepentimiento.

Lloró en silencio, mientras buscaba de algún modo, quitar con el agua el sentimiento de culpa.

***

Hacía tanto, tanto tiempo que no se sentía así de feliz, que estaba seguro que la última vez, había sido cuando era niño.

O cuando su abuela aún estaba viva.

Tisai, Tisai estaría tan maravillada con Giselle, que de seguro, hubiera sido la única mujer que aceptaría como pareja para su solcito.

Ella se había ido hacía sólo una hora, y ya la extrañaba. Y era imposible no pensarla, cuando su cama, su habitación entera olía a ella.

Tomó su celular, y busco el chat de ella.

"Ey, bonita, te juro que no puedo dejar de pensar en ti. ¿Cuándo volveremos a vernos? Me conformo con hablar contigo por llamada." Escribió con una suave sonrisa.

Miró el mensaje, y frunció levemente el ceño, extrañado. El mensaje se había enviado, pero a ella no le había llegado.

Quizás no tenía batería, o tenía el celular apagado, para poder dormir sin interrupciones.

"Gisse, cuando estés en línea, llámame."

***

Se cubrió bajo las mantas, sollozando. No podía dejar de sentirse culpable, estúpida, débil... Al final, se había metido con un hombre del tipo que siempre dijo que rechazaría.

Adicto a las drogas, el alcohol y los excesos.

Y qué tan patética podía ser ¿Qué ni se había podido resistir en la primera oportunidad?

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora