XLI: Pedir perdón

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Si iba a hacer las cosas bien ahora, debía pedirle perdón a ella. Después de todo, él había sido el adulto en aquella efímera "relación". Ni siquiera podía llamarla de ese modo.

¿Encuentro? ¿Polvo? ¿Calentura? No importaba la calificación de los hechos, sino su falta de autocontrol para manejar la situación.

Él tendría que haber previsto que algo así podría ocurrir.

No le había costado mucho encontrar la nueva casa de Giselle. Aunque si le había sorprendido que la jovencita viviera sola ahora.

También, gracias a Blet, se había enterado que Giselle había cumplido dieciocho años hacía unas semanas, cuando aún estaba de viaje en la casa de su abuela.

Es por eso, que le había comprado algo especial, muy representativo para él.

Llegó hasta el hogar de la joven castaña, y golpeó la puerta. Imaginaba que ella estaba allí, ya que las luces estaban encendidas.

Giselle al abrir la puerta, lo observó sorprendida, sin poder creerlo.

—Zhanda.

—Quería pasar a disculparme contigo, por todo lo que pasó. Sé que mi actitud no fue la mejor al momento en que tú... Decidiste alejarte de mí —pronunció con calma—. Y también sé, que yo no tendría que haber permitido que llegáramos a tanto.

—Zhanda, yo también quise hacerlo, y también te debo una disculpas, por actuar de ese modo tan frío e inmaduro. Lo siento —murmuró lo último.

—Me enteré que fue tu cumpleaños, así que, te traje algo —sonrió suavemente, dándole una bolsita.

—No debiste molestarte, pero muchas gracias —sonrió tomándola.

—Tienes una casa muy bonita, felicidades, no hay mejor sensación que independizarnos de nuestros padres.

—¿Quieres pasar? Ya aprendí a hacer un buen té. Al menos a mi me gusta —sonrió.

—Tal vez en otro momento, ya es tarde y mañana tengo que levantarme temprano para abrir la tienda.

—Oh, comprendo. Muchas gracias por el regalo, y venir también a hablar.

—Descansa, Giselle —le dijo mirándola a los ojos, antes de marcharse hacia su auto.

Aún dolía tanto verla, pero su conciencia ahora estaba un poco más ligera, luego de haberse disculpado con ella.

Cuando el auto de Zhanda se fue, Giselle cerró la puerta y fue hasta la sala, sentándose en uno de sus sillones. Abrió la bolsa, y se encontró con una cajita rectangular negra, con letras en dorado.

La tomó, y de ella cayó un sobre de color rosa pastel. Curiosa, lo abrió, encontrándose con una nota de Zhanda.

"Mamá Tisai siempre decía que las personas son como flores. Somos flores que sembramos en el interior de otras personas, y depende de nosotros, convertirnos en una bella flor, o unos cardos para los demás.

Tú para mí fuiste una rosa hermosa, Giselle. Te plantaste en mi interior cuando menos lo esperaba, pero más lo necesitaba, y floreciste de un modo agradable, cálido, querible... Hasta que sacaste tus espinas.

No me arrepiento de nada. Quizás fue un error todo lo que ocurrió, y me atrevo a decir que el error más bonito de mi vida.

Espero puedas perdonarme, y cerremos este capítulo de nuestras vidas, como buenos conocidos, como dos adultos maduros lo harían.

Pd: Con espinas o cardos, sigo creyendo que eres la rosa más hermosa de este jardín llamado vida."

Abrió la cajita, y allí había un collar con un dije en forma de rosa. Lo tomó con cuidado, y respiró profundo. ¿Qué tanto lo había herido?

Sabía que él merecía más que lo que ella había hecho. Mínimo, Zhanda merecía una explicación.

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora