XXXVIII

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—Me gusta, es un buen lugar —sonrió Jeak, observando el local donde su hijo pondría la herboristería.

—Me hubiera gustado en pleno centro, pero esto es lo mejor que pudimos conseguir con Blet —le dijo mientras iba sacando las especias que sus padres le habían traído, de las cajas.

—¿Y recuerdas todo lo que te han enseñado? —sonrió divertido el rubio mayor, tomando un caramelo de miel.

—Por supuesto que sí, el conocimiento no es algo que pierda por no ejercerlo. Además, tengo un libro escrito por mamá Tisai.

—Así que tú tenías el dichoso libro, tu madre nos volvió locos buscándolo.

—Pues, la abuela me lo dejó a mí —le dijo despreocupado.

—Lo sabemos, hijo, pero como... A ti te afectó tanta su pérdida, creímos que no habías querido llevártelo.

—Sí, lo hice el mismo día que ella se fue. Jamás despreciaría un regalo de ella.

***

Amaba su casa, había sido un regalo de sus padres y abuelos. Giselle había soñado con tener una cabaña, como la que Sebastien tenía en la selva cuando ellas llegaron, y es por eso que entre todos, le habían construido una.

Una cabaña mucho más bonita y espaciosa.

La joven castaña fue hasta las cajas con su cosas, y lo primero que sacó, fue la tetera que había comprado hacía un mes atrás.

Y entonces lo recordó, no había comprado nada para prepararlo.

Dejó la tetera sobre la mesada, y luego tomó su cartera. Su primera compra, serían hierbas y especias para preparar sus té.

***

—Déjame ver, abre la boca, y di "ah".

El niño lo miró inseguro, y luego abrió la boca, haciendo lo que el joven rubio le había pedido.

—Es sólo una angina, con un poco de jarabe estará bien —le dijo en un tono calmo a la madre del pequeño—. Esto es para ti, por cooperar —sonrió dándole una paleta de miel.

—¡Gracias!

—¿Puede comer dulces?

—Estos dulces no le harán mal a sus dientes, es miel pura y un poco de azúcar morena para solidificar la paleta. Es más, le aliviará un poco el ardor de la garganta —explicó mientras buscaba en sus estantes un frasquito de vidrio—. Este es el jarabe, dale sólo media tapita cada ocho horas, por tres días. Y traélo nuevamente aquí, para que lo controle.

—Él odia los medicamentos, será una lucha para que los tome —suspiró la mujer, guardando el frasco en su bolso.

—Es de cereza, le gustará. Y tú, hazle caso a tu mamá.

—Sí —sonrió.

—Ventile la habitación y ambientes cerrados, lávese bien las manos antes de manipular alimentos, y desinfecte todo aquello que esté en contacto con el niño.

—De acuerdo.

—Que tengan buen día, y tú pequeño, recuerda lavarte las manos antes de comer.

—Lo haré, gracias doctor.

Zhanda sonrió y le dio una palmadita en el hombro, antes de despedirlos.

Escuchó la campanita de la puerta al ser abierta, y al momento en que iba a saludar a quien había entrado, se quedó sin habla.

—H-Hola —pronunció sorprendida Giselle, al verlo allí.

—Hola.

—No sabía que era tuya ésta tienda. Me la recomendaron cuando pregunté por una buena herboristería.

—Sí, la abrí hace una semana... ¿Qué estabas buscando?

Ella sacó una listita de su bolsillo, y se la entregó. Zhanda leyó lo que allí decía, y luego se puso a buscar en sus estantes las hierbas.

—Menta, manzanilla, melisa, romero, miel, el anís estrellado, canela y un filtro. ¿Algo más? —le preguntó colocando todo sobre el mostrador.

La jovencita miró los estantes, curiosa.

—Mm ¿Qué es eso?

—Vino de Eritma.

—Nunca lo probé, pero escuché hablar de él.

—Es muy fuerte, su contenido de alcohol es alto.

—Mm ¿Y con qué tipo de comidas se puede acompañar?

—El vino de Eritma no es para beber con las comidas. Se toma luego de las mismas, o antes de dormir. O simplemente, cuando tengas un tiempo de descanso. Es como un licor, no lo bebes mientras comes.

—Ah, entiendo. Llevaré una botella, la más pequeña, para probar —sonrió.

Zhanda la miró curioso, y luego tomó una botella de trescientos cincuenta mililitros.

—¿Lo beberás con alguien? Porque si es así, y no quieren llegar a más, les recomiendo sólo tomar un vaso para whisky.

—No, es para mí —le dijo confundida—. Pero... ¿Es tipo un afrodisíaco o algo así?

—Sí, para los que no están acostumbrados a beberlo, les sube el libido fácilmente —pronunció dándole la botellita.

Giselle lo tomó, y leyó lo que decía la etiqueta.

—¿Tú lo preparas?

—A este no, lo hizo mi madre. Él mío estará a la venta en unos meses, quizás para el próximo kok'ta.

...

No me dejesWhere stories live. Discover now