55 ✧ Duff McKagan

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AMOR BLANCO

Lila jamás pensó que seguiría a Duff en las drogas, aunque lo más sorprendente sería que lo acompañara al mundo de la sobriedad.

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Advertencias: uso de drogas y sobredosis.

La primera vez que cocaína llegó a sus manos fue cuando Duff le pasó un pequeño paquete para que ocultara en el sostén

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La primera vez que cocaína llegó a sus manos fue cuando Duff le pasó un pequeño paquete para que ocultara en el sostén. No consumió, pero fue solo cuestión de tiempo que se sumara a las ilegales y peligrosas actividades de su novio, quién le habló de la droga e inconscientemente le engatusó para que la probara. Vivían afectados, Duff siendo quien le proporcionaba el polvo al ser el único con suficiente dinero en la relación para costear los inmensos volúmenes que usaba. La euforia era inmensa y la abstinencia un horror, pero prácticamente no sufría al jamás haber escasez.

—Mucho calor —dijo Lila pasando el dorso de una mano por el costado derecho de su húmedo rostro.

—Iré por las bebidas del congelador —indicó Duff antes de pararse.

Ella no se detuvo a verlo al estar concentrada en que ninguna brisa nocturna tirara y desperdiciara el polvo blanco que repartía en lineas sobre la mesa de café. Se arrodilló y, con un billete en mano, dio las aspiraciones necesarias para adquirir los efectos que tanto deseaba, aunque estos fueron enormes y sintió que no los podría contener. La habitación dio vueltas y nauseas golpearon su estomago, de un momento a otro estando tendida en el suelo sin tener un mínimo de consciencia sobre lo que pasaba.

—¡Lila! —el grito de Duff no llegó a la colapsada mente de la femenina, quien convulsionaba en el suelo con los ojos en blanco.

Tiró las bebidas y se agachó a revisarla, aunque no había forma de que lograra algo con eso. Sin saber cómo actuar, corrió al teléfono y llamó a emergencias con la respiración sumamente acelerada, de reojo viendo la cocaína faltante. Trató de explicar la situación más allá de su exaltación, pero eso no evitó que cata tanto se trabara y no oyera lo que el operador decía para ayudarle.

Una vez que confirmaron que la ambulancia iba en camino, Duff soltó el aparato y fue a consumir parte de la droga, el resto simplemente tirándola para eliminar evidencias.

—¿Señor? ¿Sigue ahí? —preguntó el operador.

Enfocándose en la persona del otro lado de la línea, el masculino volvió a cuidar Lila, quien seguía con una convulsión que no parecía terminar. Los segundos corrían y con cada uno perdía más y más a su novia, quien alrededor de los seis minutos paró de sacudirse para simplemente quedar tendida sin ningún tipo de respuesta.

—¡No respira, no respira! —gritó desesperado, el calor empeorando la sofocación.

El pánico comenzó a ganar terreno en todo el cuerpo de Duff, que, para cuando los médicos llegaron, estaba sumamente histérico. Se enfocaron en Lila y en reanimarla, enseguida llevándola a la ambulancia mientras lidiaban con un bajista maniático, al cual debieron tratar para que le bajaran los efectos de la droga.

—¡Denle adrenalina! —gritó el rubio cuando llegaron al hospital—. ¡Cómo a Nikki, cómo a Nikki Sixx!

Enfermeros y seguridad del establecimiento intervinieron y lo llevaron a otro salón. Intentaron estabilizarlo y hablarle, pero Duff estaba en otro mundo y recién cuando se disiparon los efectos fue capaz de pensar con mayor claridad.

—¿Está viva? —preguntó, oscuras ojeras mostrando el cansancio que ahora lo llenaba.

—Si, pero tuvo suerte —respondió el médico.

En silencio, el músico volteo el rostro hacia el techo y cerró los ojos. Frunciendo el ceño, en segundos lagrimas se formaron y comenzaron a caer mientras el desconsuelo crecía sin límites.

—Todo es mi culpa, ¿por qué la arrastré a esto?

—Pueden salir, dejarlo atrás.

Duff le miró y observó como de su anotador sacaba varios folletos de distintos centros de rehabilitación. La sola idea le cerró la garganta en ansiedad y creó el deseo de huir, pero las imágenes de una Lila prácticamente muerta fueron suficientes para que lo considerara seriamente.

Escuchando las recomendaciones de los profesionales, Duff leyó los diferentes programas y pacientemente aguardó a que le permitieran visitar a su pareja.

—Estoy lista para ir a casa —dijo la femenina apenas el rubio ingresó.

—Ya quisieras, princesa —sonrió, algo de la pena que le invadía notándose.

—¿No puedo?

—Debes quedarte un poco más en observación, pero... en lo posible me gustaría que fuéramos a otro lado.

—¿Dónde?

—Mira, se ve bien, ¿no? —inquirió mientras depositaba los panfletos sobre la camilla.

—¿Bromeas, verdad? —preguntó con cierta agresividad y enojo.

—Es lo correcto.

—¿Qué importa eso? —contestó de mala manera—. ¿No quieres seguir con este estilo de vida?

—¿Acaso alguna imaginaste qué pasaría si yo muero? —habló, y eso la tomó por sorpresa—. Será imposible para ti mantener la adicción, terminarás robando y/o cayendo en la prostitución. Así que, obviamente, la respuesta es no.

Lila guardó silencio y por un momento perdió el color del rostro, incluso si ya estaba pálida.

—Es cierto, pero...

—Ofrezco esto porque, al fin, voy a tomar una buena decisión y quiero que me sigas. Te necesito para lograr la sobriedad, en soledad de seguro termine cayendo diez veces peor.

—Claro que no, no soy tan importante —bufó rodando los ojos.

—¿Cómo que no? Si no fuera por ti jamás hubiera considerado la rehabilitación. Por favor, Lila —suplicó.

La nombrada bufó y con asco agarró uno de los folletos, con aversión leyendo las primeras palabras antes de alejarlo.

—Tú escoge, no me interesa, confiaré en ti.

—Gracias —dijo con enorme alivio—. Recuerda que pasaremos por lo mismo y que el esfuerzo será por un futuro mejor.

—Hm.

—No creas que no tengo miedo o deseos de escapar, pero es lo que debemos hacer. De verdad, se nos acaban las oportunidades de seguir entre los vivos.

Lila lo observó con cierta indiferencia y dureza, pero se obligó a respirar y evitar que la negación aumentara.

—Si dices que podemos salir es porque entonces lo haremos —dijo en un intento de ser positiva e ir con la corriente.

Duff entrelazó sus dedos y, con unas lagrimas amagando a salir, le dio un veloz beso.

—No te soltaré, jamás, lo prometo.

PEDIDOS: ROCK + METALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora