IV: Sorpresa

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El sonido de la lluvia había cesado un poco

Saco mi teléfono móvil para llamar a mi mamá.

     —Hola, mamá. Estoy en California desde hace unos treinta minutos. Estoy esperando un taxi para dirigirme hacia allá.

     —Oh —se ríe—. Me alegra que no te hayas perdido, Matteo. Ya tienes diecinueve años, pero aún sigo viéndote de siete. Ven, te tengo una sorpresa que quizá te guste.

Tranco la llamada. Veo que viene un taxi y lo detengo. Me subo y le indico hacia dónde debe ir.

     El taxista me mira raro. No duda en preguntar si tenía alguna idea de si llovería o no.

     La idea que tenía era que había cero posibilidades de lluvia, pero bueno.

     —Antes de venir había leído que no, pero al parecer sí —le digo amablemente—. Suerte que traje paraguas.

     Había olvidado lo corto que era el transcurso desde la estación hacia la casa de mi madre. Incluso, podía haberme ido caminando. Pero genial que te lleven.

Llegué a casa. Abracé a mi mamá y a mi querida abuela, quien también estaba de visita en el hogar. 

     — ¿Qué sorpresa me tenías, mamá? —pregunto, al instante miro a la derecha: está una computadora portátil abierta. 

     ¿Me regalarás ese portátil? Eh... se ve un poco obsoleto, seguro contiene una Intel Core i5.

     —Ryan y Travis están esperándote en llamada. 

     La miraba asombrado, luego miré al portátil y me dirigí hacia ella.

     —Ryan está en Montpellier y Travis en New York aún. Están esperándote desde hace unos minutos.

Me siento y abro la videollamada.

     — ¡Matteo Ribbers! ¡Cuánto tiempo sin verte la cara! —saludó eufóricamente Ryan. 

     — ¡Oye, Ryan! ¡La idea era que tú dijeras Matteo y yo Ribbers! ¡Como lo hacíamos en el instituto cuando él sacaba diez en los exámenes!

     —Quería la satisfacción de decirlo yo solo —se burló Ryan.

     Estaba ampliamente feliz de volver a verlos. Había pasado muchísimo desde la última vez.

      — ¿Qué es de sus vidas, chicos? O sea, no es como que no me haya contado por WhatsApp pero finjan que no para que mi mamá los escuche.

     Ambos se rieron y comenzaron a contar qué acontecía en sus vidas actualmente. Ryan dijo que estaban preparando su vuelta a Estados Unidos, pero que tomaría algo de tiempo. Añadió que su nivel de francés era abismal. Por otra parte, Travis dijo que su mirada estaba puesta en Harvard y que estaba haciendo lo posible por ingresar cuando tuviera la oportunidad.

      Mi mamá estaba ampliamente orgullosa. Además, pidió que Ryan hablara en francés.

     —Señora Martina, pedirle eso hará que se le suba el ego. Ya verá —comentó Travis, luego soltó una risa.

     —Matteo se perd-il encore lorsqu'il va lui rendre visite? —dice Ryan. Su voz cambiaba un poco al usar este idioma.

     Ninguno de los tres entendíamos, pero nos reíamos por alguna razón.

     —Pregunté que si Matteo aún se pierde cuando va a San Francisco.

     Al instante le dije que ya no, pero que quién sabe más adelante. Travis, Ryan y mi mamá se reían. Al lado de Ryan apareció una chica.

     — ¡Hola, Matteo! 

     — ¡Hola, Sabrina! Cuánto tiempo. Estás muy grande ya.

     Mi mamá imita lo que dije. Conocimos a Sabrina cuando tenía nueve años y verla ahora denota que el tiempo ha pasado... y mucho.



La Estación | Una historia de desahogoWhere stories live. Discover now