Especial de Navidad 2020 [Parte 2]

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V

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V. El espíritu de la Navidad presente

Ethel miraba alrededor sin comprender. El silencio era total en el vecindario, solo la nieve caía sin dar tregua. Tal vez hacía frío, al menos eso podía imaginarlo. Tal como prometió el espíritu de la Navidad pasada, él no sentía nada. En medio de esa incertidumbre, Ethel decidió dar una vuelta en busca de pistas. Estaba cerca a la zona de juegos de niños, pero al girar vio otra cosa. Allí donde antes estuvo la tienda de dulces, el edificio reapareció. Todo era diferente otra vez, era como antes. O, mejor dicho, era como debería de ser.

—Así es, muchacho. Estás en el presente otra vez —dijo aquella voz detrás de él. Ethel se giró con rapidez, y allí fue que la vio.

—Tú...

—El espíritu de la Navidad presente, por supuesto —contestó ella muy relajada—. Pero también me dicen Maggie de cariño.

Ese nuevo espíritu vestía con un abrigo largo de color verde brillante que acababa en las mangas con detalles blancos, pero también llevaba una corona hecha de ramas que se veían bastante vivas. Incluso parecían crecer bayas en esta. Y lo más llamativo, a su parecer, era que llevaba una copa dorada bastante grande. Copa de la que obviamente había estado bebido, pues el rubor en sus mejillas la delataba, ni hablar del olor a vino.

—¿Estás borracha? —Se atrevió a preguntar.

—¿Por qué tú no estás borracho? ¡Es Navidad! Vino y champaña por todos lados, comida gratis, aguinaldo, fiesta. Y esa cosa endemoniada llamada panettone de frutas. Amo, pero no sabes lo que engorda. Uff, cosas que debería prohibir el nutricionista de los espíritus.

—¿Por casualidad tienes idea de qué droga consumí para llegar a este punto?

—La droga de la avaricia, pedazo de desgraciado. Una no pude tener una noche espiritual normal, porque hay un tal Ethelbert Seymur que se encarga de arruinarlo todo.

—Tampoco es que quiera estar aquí, ¿sabes? —contestó ofendido—. No pedí que me sacaran de la cama, no me interesaría volver.

—¿En serio? ¿Y te vas a perder esto? —Dijo señalando hacia el camino que llevaba a su antigua casa.

—No voy a volver allá —respondió muy firme. O al menos eso intentó, pero el espíritu de la Navidad presente, ebria, se rió en su cara.

—¿Te vas a perder el chisme completo? ¿No quieres saber las porquerías que dicen de ti a tus espaldas? No sé tú, pero yo sí me muero por saberlo. Es un decir, porque no puedo morir. En fin, ¿vienes?

—Ya dije que...

—Que vengas, oye. No me hagas perder el tiempo. —Y sin pedir permiso, el espíritu lo tomó del brazo para llevarlo de vuelta hacia la ventana de la casa familiar.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora