52.- Tan cerca

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Hace mucho que no sentía esa tensión

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Hace mucho que no sentía esa tensión. Aurea pensó que iba a colapsar mientras esperaba que la maestra Agatha terminara de calificar su prueba. En serio se había esforzado mucho, y tenía que pasar esa maldita materia como sea. Cuando la maestra terminó de corregir su examen escrito levantó el rostro y posó su mirada gélida sobre ella. Mierda, ¿la cagó otra vez? ¿Qué hizo ahora? O mejor dicho, ¿qué no hizo? O tal vez estaba exagerando, la maestra Agatha era más fría que el norte y miraba así a todo el mundo.

—Felicidades, Aurea —le dijo, su voz sonó bastante neutra—. Has pasado la prueba escrita.

—¡Si! —Exclamó presa de la alegría. La prueba oral fue lo primero que le tomó, y recitó casi a la perfección los hechizos básicos, intermedios y avanzados. No todos funcionaron, pero aprobando el examen escrito tenía un promedio decente para pasar el curso—. ¿Entonces está todo bien?

—Mejor de lo que esperaba, sí. Kissia podrá estar tranquila, estás pasando los cursos con nota sobresaliente.

—Bueno, se hizo lo que se pudo —contestó fingiendo modestia.

Obvio no lo hacía por esa estúpida de Kissia, sino que en realidad era buena en casi todos los cursos. Siempre tuvo notas promedio porque no se esforzaba, pero como quería hacerse una buena reputación para que contraten sus servicios por todos lados, le metió ganas a los exámenes finales y mejoró todo su promedio. No era la primera de la clase, pero estaba entre las mejores y eso la dejaba bastante satisfecha.

Lo primero que pensó fue que tenía que escribirle a papá para contarle todo. Siempre hacía eso en cada ciclo escolar, era una costumbre. Y de pronto recordó que eso no se iba a poder. Que papá seguía preso, y Ethel no tenía novedades sobre su rescate. La sonrisa se le borró al instante, su cambio de humor fue tan obvio que hasta la maestra Agatha la miró extrañada.

—¿Sucede algo?

—No... Bueno... No es nada. Algo familiar.

—¿Pasa algo con tu padre? —Qué idiota, no debió decir eso. Todas las maestras estaban enteradas de su situación económica, y sabían que el único que le enviaba todo el dinero que podía era papá desde el norte.

—Si...—respondió en un murmullo. ¿Podía decírselo? No quería darle pena a las maestras, y menos quería que el rumor se extendiera. Pero la maestra era muy discreta, ¿no? Tal vez no estaría mal desahogarse un poco—. Es que lo tomaron prisionero.

—Oh... Cuánto lo siento. En serio, Aurea. Lo lamento. No creo poder decir nada que signifique un alivio para ti —le dijo con toda sinceridad, y ella creyó cada una de sus palabras. Todos sabían que ser arrestado en el norte era prácticamente muerte segura.

—No se preocupe, maestra. Lo llevo con calma —mintió. Pues cada día se le hacía más difícil la espera.

Rezaba constantemente a las deidades. Hizo incluso un pago a Madre de la Tierra, un ritual a la luna creciente, una plegaria a Padre del cielo, y si pudiera lo haría a la Diosa del mar, pero el mar estaba lejano de Etrica. Ya no sabía a quién rezarle para que la ayuden a protegerlo.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن