31.- Seymur

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—Compórtate —murmuró él

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—Compórtate —murmuró él. Hace apenas un instante que habían discutido, Velimir andaba más insoportable que nunca. Y no se tomó muy bien saber que Aurea pasaría unos días en casa conviviendo con los vampiros. Los hermanos caminaron juntos mientras salían de su despacho, y Ethel solo le pidió que controlara sus gestos de molestia por una vez en la vida. Suficiente ya con Nate, no quería que Vel también la espante.

—¿Por quién me tomas, hermano? Que no me agrade tener a esa bruja aquí no significa que no entienda la importancia de mantenerla de nuestro lado. Ese fue el acuerdo con los lobos, ¿no? Aurea es nuestra —contestó Velimir. Se mantuvo impasible mientras hablaban, su voz tuvo un deje de indiferencia. A él nada de eso parecía interesarle en verdad.

—Mía —aclaró él. Prefería marcar distancia entre sus hermanos y Aurea. De cara al mundo dirían que ella estaba al servicio de la familia, pero no sería así. Ellos no tenían derecho a exigirle nada a su bruja.

—Si, cómo quieras —dijo Vel, y lo notó resoplar—. Más te vale que sea bella, de lo contrario no entiendo este capricho tuyo.

—No tiene nada que ver con eso —contestó Ethel con evidente fastidio—. Cuando digo mía me refiero a mi misión. Yo estoy encargado de ella, yo estoy a cargo. ¿Está claro?

—Como siempre, hermano. Como siempre —contestó con resignación. Y así, discutiendo con discreción, llegaron al salón. Ahí los esperaban Aurea y Kazimir. Al fin, después de tantas discusiones al respecto, su hermano conocía a la Asarlaí.

—Por Annevona, ¿está de moda el estilo indigente? —murmuró Velimir a su lado. Ella lucía su desgastado uniforme de bruja. Supuso que, por culpa de la semana de exámenes, Kazimir no tuvo tiempo de entregarle algo de dinero para que cubra sus gastos diarios—. Yo mismo llevo de compras a esta chica.

—Ya cierra la boca —le dijo él entre dientes. Justo cuando Aurea lo miró.

Como siempre que se encontraban, algo intenso fluía entre ellos. Todos esos días no sintió nada irregular en ella, quizá algo de ansiedad por las pruebas, nada fuera de lo común. En cambio, en ese momento, podía verla enrojecer, sentir su corazón palpitar con más fuerza, el calor reflejarse en su rostro. Ojalá ella pudiera siquiera percibir lo que le provocaba su presencia. A él ni siquiera le importaba su ropa gastada, eso era lo de menos, si Velimir no lo mencionaba él ni lo hubiera notado. ¿Cómo prestar atención a su ropa si era mejor imaginarla sin ella?

—Bienvenida, Aurea Cardini.— Para su sorpresa, el primero que habló fue Vel. Bajó despacio la enorme escalera. Despacio no, con cierta gracia. Velimir parecía flotar cuando caminaba, gozaba de una suavidad y una elegancia única. Toda la atención de Aurea se centró de pronto en él.

—Gobernador Seymur —lo saludó ella. Después de todo, Vel era un rostro conocido en Etrica.

—Nos alegra tenerte aquí, muchacha. Estuvimos esperando con ansias estos días, cuando al fin podrás conocernos en verdad.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Where stories live. Discover now