58.- Vínculos frágiles

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Llevarse a Abish del Palacio de Gobierno en medio del ataque no fue complicado al inicio

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Llevarse a Abish del Palacio de Gobierno en medio del ataque no fue complicado al inicio. Se movió rápido, apartándose de las aglomeraciones y evitando los enfrentamientos. Avanzó buen trecho así, sintiendo que nada podría detenerlo.

Lo había conseguido, y pensó que nadie iba a quitarse esa sensación de triunfo. Y no se sentía culpable, pues no tenía nada que lamentar. Por mucho tiempo consideró su misión con Abish como un pasatiempo divertido, ella le agradó en serio, hasta llegó a pensar que a pesar del engaño de por medio eran amigos. Lo fueron, de eso no le quedaba duda. Pero ella decidió ponerse del lado de su enemiga. La protegió, la puso sobre él, lo echó de lado, ni siquiera quiso escucharlo. Y esa noche intentó darle una oportunidad, no quiso ser violento, pero Abish se lo buscó. Ella eligió el bando equivocado, y él ya no iba a dudar. Tenía que cumplir con su misión, y de paso hacerla pagar por su desprecio. Nadie lo trataba como si no fuera importante y vivía para contarlo.

Sí, todo marchó bien hasta cierto punto. Mató al líder de los cazadores, se llevó a Abish, y era poco probable que llegasen a detenerlo a tiempo. Pero el dolor empezó a fastidiarlo. Y a debilitarlo también. Por eso, y muy a su pesar, tuvo que detenerse para intentar sacarse las balas.

Ella no le habló de eso. Había perdido su confianza hace mucho, pues Abish le hubiera contado que en la Academia trabajaron en un nuevo tipo de arma. De haberlo sabido tal vez hubiera actuado de otra manera. Pero en ese momento estaba seguro de tener veneno corriendo por sus venas. Él sabía cómo funcionaba esa cosa, conocía bien las armas de los cazadores. Pero que el científico ese haya logrado algo capaz de fastidiar a un vampiro como él era sin dudas un terrible contratiempo. No iba a matarlo, no lo creía. Pero le jodía sentir esa molestia cuando estaba en un momento crucial. Si no cumplía, nunca podría recuperar a Etheldrytreth.

Nate se quitó la última bala. La echó a un lado con rabia, y justo antes de ponerse de pie para retomar su trabajo, un ruido llamó su atención. Era suave, era el de alguien moviéndose sigilosa. Estaba tras él, iba a golpearlo. Puede que las balas lo hayan afectado, pero no lo suficiente. Se giró rápido y golpeó primero. Le dio directo al vientre, Abish se quedó sin respiración un instante y luego cayó de lado al suelo mientras intentaba recobrar el aire. Quiso romperle la cabeza con una roca.

—No, querida. Te sugiero que te quedes quieta y ni siquiera lo intentes. Tengo que llevarte viva, no entera. —Por supuesto, ella no contestó. Seguía en el suelo, y antes que tuviera tiempo de recuperarse, le dio una patada. Una fuerte que la empujó adolorida hacia otro lado—. Qué frágil eres, cazadora. La última vez que te vi lucías más ruda.

—Infeliz —contestó ella al fin, poniéndose de rodillas con esfuerzo—. Vas a pagar por todo esto, te lo juro.

—¿En serio? —Preguntó él burlón—. ¿Cómo? ¿Te has dado cuenta quién está en el piso? Ya te lo dije, no me interesa tener que arrastrarte y golpearte todo el camino, pero sé que no querrás eso. No quieres conocer la otra parte de mí.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Where stories live. Discover now