41.- Sombra del mal

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La vio llegar desde que se asomó a la esquina, pero Agatha se mantuvo quieta al lado de la ventana de su sala

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La vio llegar desde que se asomó a la esquina, pero Agatha se mantuvo quieta al lado de la ventana de su sala. Margaret también la vio a través de la cortina blanca y le sonrió de lado. Segundos después se puso de pie y fue a recibirla. Sabía el motivo de la visita, y sinceramente no quería hablar de eso. Ya estaba harta de aquello, de sentirse juzgada. No importaba que tuviera la energía más blanca que la de una Fiurt, por el simple hecho de ser quien era no podía hacer una vida normal.

—Querida, qué bueno verte —le dijo Margaret muy animada—. Mira, traje panecillos de canela para esta tarde. ¿Has preparado algo de té?

—Acabo de sacar una tetera, estaba por beber un poco —contestó dándole el pase. La puerta se cerró y la bruja pelirroja entró muy contenta.

—¿Le echaste alcohol?

—Son las primeras horas de la tarde, Margaret. ¿Todo bien contigo? —Sus palabras le provocaron risas. Qué tonta fue para hacerle esa pregunta, como si no la conociera.

—Nunca es mala hora para beber, Agatha. Y será mejor que le agregues un poco de licor a eso, lo vamos a necesitar. —Sin replicar, Agatha caminó hacia la despensa y buscó algún destilado de uva para agregar a la tetera. Margaret se encargó de servir los panecillos y poner las tazas en su sitio. Agatha destapó la tetera y le agregó unas cuantas onzas. Suficiente para ellas.

—Creí que ya lo habías dejado —comentó la maestra mientras terminaba de acomodarse en la silla.

—Claro que no, el alcohol es lo único que me hace soportar la vida. No puedo dejarlo, me muero antes —bromeó, pero era obvio que hablaba muy en serio—. Taza llena, por favor —le ordenó a la tetera encantada y de inmediato esta se puso en acción.

—Tres cuartos, por favor —ordenó Agatha, y la tetera hizo lo suyo. Ambas brujas se mantuvieron en silencio mientras bebían los primeros sorbos. Quizá se le pasó un poco el alcohol.

—¿Y bien? —preguntó Margaret—. ¿Ya estuvieron por aquí?

—Apenas terminé de ordenar ayer por la noche.

—Uhh... claro. Qué molestia.

—Una a la que estoy acostumbrada, lamentablemente —comentó con resignación.

A Agatha no le extrañaba que emisarias del Consejo central de Brujas de Etrica fueran a molestarla cada cierto tiempo. Hija de una bruja oscura que amenazó ser nigromante, Agatha sabía que siempre iba a estar en la mira de aquellas que dirigían su sociedad. El Consejo estaba formado por las líderes de cada aquelarre, eran ellas quienes dictaban las normas, leyes y disposiciones para todas. También dirigían las diversas instituciones que se encargaban de mantener el orden. La prisión central, el área de seguridad interna, el Instituto de investigación, la Escuela de brujas y las Guardianas de la magia.

Estas tenían como misión impedir el surgimiento de nigromantes y de la práctica de magia oscura en la ciudad. Mientras no hicieras nada incorrecto ninguna de ellas se aparecería a molestar en la puerta de su casa. Si tu madre estaba condenada a prisión de por vida por practicar rituales oscuros con recién nacidos entonces serías acosada por las guardianas el resto de tu vida. Sin importar tu inocencia.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Where stories live. Discover now