28.- La marca

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Cuando Annevona creo a sus criaturas les dio también un instinto salvaje de posesión, algo que finalmente se volvió en contra de las brujas, incluso de sus mismas seguidoras que no llegaron a tener el poder de controlar vampiros y licántropos tal ...

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Cuando Annevona creo a sus criaturas les dio también un instinto salvaje de posesión, algo que finalmente se volvió en contra de las brujas, incluso de sus mismas seguidoras que no llegaron a tener el poder de controlar vampiros y licántropos tal como lo hizo ella. Basándose quizá en la arcaica costumbre de la esclavitud, sumisión y misoginia, sus criaturas perpetuaron la aberrante práctica de marcar a otras personas con su esencia para someterlas a su voluntad y a sus bajos instintos.

Las marcas que hacen vampiros y licántropos parecen ser las mismas, pero tienen distintos objetivos. Los vampiros marcan a una víctima a la que desean para ser usadas por largo tiempo, el vínculo se da principalmente para disponer de la sangre y el cuerpo de la marcada. Los licántropos lo realizan con fines reproductivos. Ellos escogen a una hembra para impregnar en ella su esencia y de esa manera conseguir descendencia. Los vampiros no suelen marcar vampiresas, prefieren humanas o brujas. Los licántropos suelen usar la marca entre miembros de la misma especie, aunque eso suele variar de acuerdo a los caprichos de cada criatura.

Es terrible para cualquier humano o bruja poseer una marca de alguna criatura sobrenatural. Es un proceso largo en el que la víctima poco a poco va cediendo, anula su voluntad, se convence a sí misma que le pertenece a la criatura que la marcó. Los daños, en muchas ocasiones, son mortales e irreversibles.

Particularidades de las criaturas de Annevona.

Memorias de Xanardul – Amphelise de Thacir

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Aurea despertó poco antes del amanecer. Por un instante creyó que aún estaba en el otro plano, pues se sintió mareada y los colores no se le hicieron familiares. Tuvo que restregarse los ojos varias veces hasta que al fin se sintió despierta de verdad. Se le hizo difícil salir del estado de entumecimiento en el que la dejó la planta de Nishi. Sentía que había pasado una infinidad de tiempo desde que entró en ese viaje astral. Tiempo. Apenas fue consciente de eso cuando despertó, porque mientras su alma se conectaba con el otro mundo las cosas se sintieron diferentes. Tanto que vio, tanto que sintió. Habían sido maravilloso y aterrador en partes iguales.

Sintió nauseas, sabía que eso iba a pasar. Había estudiado en la escuela lo que le hacía la planta de Nishi al organismo. Lo limpiaba por dentro, le quitaba las impurezas. Y por eso tenía que vomitar pronto. No estaba dentro de la carpa, eso lo notó. Su cabeza descansaba en las piernas de alguien. De Abish. La cazadora había acomodado su espalda contra un árbol y ahí dormía. Pero apenas Aurea se incorporó con intensas ganas de vomitar, Abish despertó.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupada. Cuando Aurea se puso de pie sintió las piernas tan débiles que acabó cayéndose de rodillas en el pasto. Sintió arcadas, no podía contener más el vómito—. ¡Zack! ¡La cubeta! —gritó, y esta llegó justo a tiempo. Ni cuenta se dio de en qué momento Zack salió y puso delante de su rostro aquella pequeña cubeta de metal para que pudiera vomitar en paz.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Where stories live. Discover now