Un viaje al olvido

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Luego de un viaje largo y agotador, al fin tocaban tierra. Australia los recibía bulliciosa y emocionante.
El aeropuerto era gigante, cientos de personas caminaban de un lugar al otro, buscando sus destinos en aquel lugar.
Caminaron en silencio para buscar sus valijas, subieron al auto que habían alquilado y llegaron al hotel.
El ambiente era majestuoso. Las puertas de vidrio se ergian imponentes ante los transeúntes, la recepción de un caoba lustroso dejaba ver los rostros sonrientes de quienes allí trabajaban.
Los sillones gigantes de la sala principal en tono marfil invitaban a los pasajeros a dejarse llevar por la comodidad.
Jimin observó el lugar con detalle, descubrió que a unos metros, luego de la fila de ascensores se encontraban las puertas que te invitaban a salir a la parte trasera del hotel, donde una gran piscina rebosaba de vida, para más atrás encontrarte con la hermosa vista de una gran playa de arenas blancas y un inmenso mar azul celeste.

Subieron al piso dieciocho donde se encontraban sus habitaciones, una junto a la otra, se comunicaban a través de unas puertas dobles. Había sido un pedido especial de Yoongi.
Cada uno se acomodó en su lugar y decidieron descansar un rato para luego almorzar y ponerse en marcha para buscar al primero de los jóvenes que debían encontrar.

Se despertó embotado, algo desorientado, por un momento olvidó donde estaba. Se dio un refrescante baño, se puso unas bermudas color caqui, una camisa blanca liviana, sandalias y un par de anteojos de sol. Salió de la habitación pensando si debía o no buscar a Yoongi, aunque lo más probable fuera que siguiera durmiendo.
Bajó hasta el restaurante del hotel, pidió algo de comida y un exótico trago. Miró  a su alrededor y después de sentirse satisfecho por los alimentos decidió pasear hasta la playa.
Se acomodó en una reposera dejándose llevar por la brisa y la maravillosa vista del mar.

Una voz gruesa resonó a su lado.
-Aquí estás- dijo sentándose junto a él en otra silla de playa.

-Aqui estoy- respondió.

-Me comuniqué con la familia de nuestro chico en dos horas debemos de estar en su casa- informó mirando al chico que seguía desparramado en aquella silla.

-Esta bien, supongo que es hora de trabajar- respondió con algo de pereza.

Pidieron un trago cada uno, hablaron de la estrategia que utilizarían con aquella familia y decidieron ponerse en marcha.

Llegaron a un pintoresco barrio, guiándose por la numeración llegaron  a destino. Jimin se bajó del auto, esperó a su acompañante y golpearon a la puerta. Una mujer pequeña con cabello renegrido los recibió. Se presentaron y pasaron a la pequeña sala del lugar.
El chico emocionado los miraba absorto.
Explicaron a la familia el motivo de su visita y por qué era tan importante que su hijo firmara el contrato que le ofrecían.

La mujer miró a su esposo y luego a su hijo.
-Quiero que mi hijo cumpla sus sueños, pero no puedo evitar sentir temor a que se vaya de casa y se instale en un lugar tan lejano- su voz sonaba ahogada y con angustia.

Jimin observó a la mujer y en un perfecto inglés habló.
-Entiendo perfectamente su preocupación, cualquier madre actuaría como usted. Por eso le propongo algo, qué le parece si viaja junto a su hijo a Corea, conozca el lugar donde vivirá  y la empresa en la que se formara, si hay algo que no le guste o no le parezca normal, compraré sus pasajes y volverán a Australia y nosotros no volveremos a molestarlos. Pero si entiende que allí su hijo podrá cumplir sus sueños, nos alegrará contar con él y su talento- la explicación fue pausada y totalmente convincente.

-¿Cuando deberíamos viajar?- cuestionó la mujer, mientras el pequeño esbozaba una sonrisa y sus ojos brillaban.

-En Corea, los recibirá el señor Min, dueño de nuestra discográfica, él les dará todo lo que necesiten durante su estadía allí. Pueden viajar lo antes posible- informó

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