Capítulo 19. Radiación

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Ahí estaban, descendiendo por unas escaleras de metal, la suela de sus zapatos hacía crepitar el oxidado acero conforme bajaban, pequeñas gotas caían del techo poniendo nerviosos a los cuatro, el primero en la fila era el anciano quien iba seguido por Conway pues le apuntaba con una pistola en caso de que todo fuese una trampa; seguido de ellos estaban Michelle y Volkov quienes no se atrevían a poner un solo dedo en el barandal de aquellas escaleras.

El silencio parecía interminable hasta que pudieron ver finalmente la luz, el ruso calculó que habían bajado aproximadamente cinco kilómetros hasta llegar a un suelo que inesperadamente no era de metal, sino de cuarzo pulido que estaba decorado por paredes blancas las cuales parecían inesperadamente modernas, nada comparado al estilo antiguo que tenía el búnker.

Se encontraron ante ellos un amplio pasillo iluminado por luces led de color blanco el cual, en lugar de ventanas, unos cuadros que extrañamente permanecían en perfecto estado decoraban el camino en las paredes laterales, en éstos destacaban pinturas sumamente antiguas pero valiosas de artistas reconocidos como Leonardo Da Vinci, de alguna manera parecían ser auténticos, ésto lo hacía más extraño aún, eso solamente podía hacerles pensar una cosa.

¿Qué pasa si nunca estuvieron solos en el búnker? ¿Y si había gente habitando debajo de éste? Eso era lo único que podía explicar el perfecto estado en el que permanecían los objetos en aquel extraño lugar, ¿Cuánto era lo que desconocían?

El anciano paró frente a una puerta de cristal templado, estaba prácticamente impoluta, tanto que parecía como si una persona fuese a limpiarla todos los días, através de ésta no se podía apreciar nada más que una habitación amueblada por dos sofás y una pequeña mesita en el centro con flores dentro de una maceta; en el costado de la puerta había una cerradura de código cubierta por una tapa de plástico verde. Conway acercó la boca del arma y con ella dio un leve golpe en la nuca del anciano, éste tragó en seco y colocó el código con los dedos temblorosos, número a número, hasta que un pitido acompañado de una luz verde en el marco de la entrada indicaba que esta podía abrirse.

El primero en intentar entrar a la habitación fue el comisario pero el doctor Walter le detuvo con sus huesudos dedos de aquella decrépita mano, el ruso le miró con desagrado pero encontró en los ojos ancianos una pequeña verdad oculta.

- Lo que verán en ese lugar es prácticamente inexplicable. - Mencionó mientras suavemente dejaba de apretar el antebrazo del comisario. - Hay cosas que simplemente no tienen razón de ser las cuales llevo investigando y nunca he podido averiguar...

- ¿D-De que habla? - Volkov estaba prácticamente anonadado por sus palabras pero de igual manera intrigado. - ¿Acaso me está amenazando?

- N-No, usted mismo lo descubrirá. - Solamente aquella frase bastó, el agente federal, cansado por la caminata y harto por las palabras del sujeto le empujó nuevamente con el arma para hacerle entrar a él primero, éste obedeció atravesando el umbral y respirando por última vez el poco oxígeno puro que quedaba fuera de aquel extraño recinto.

La primera sensación que tuvieron fue una extraña opresión en el pecho, como si algo les estuviera estrujando el corazón salvajemente, un escalofrío por toda la espalda y finalmente la perdida de fuerza en sus extremidades, eso tan solo duró unos minutos, sin embargo, estos les parecieron eternos, los primeros en recomponerce fueron los más jóvenes mientras que los últimos fueron el pelinegro y el anciano.

- ¿Pero que coño es ésto? - Sus pulmones le estaban pasando factura, un poco de tos ahogaba sus palabras. - ¡Volkov!

- ¿Se encuentra bien? - El nombrado le ayudó a recomponerce y levantarse del suelo en donde habían buscado apoyo.

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2021 ⏰

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