Capítulo 16. Heridas

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El hombre mayor con traje caminaba por los oscuros pasillos de metal que se extendían a lo largo del búnker, esquivando los muebles bien acomodados y dirigiéndose a la habitación que le habían ofrecido para descansar. Sus manos temblaban y su piel estaba pálida, tenía claro que alguien le había escuchado por lo que no podía dejar pasar mucho tiempo, debía de matar a Conway y deshacerse de los demás.

Mientras aquel hombre buscaba entre sus objetos preciados y pertenencias las pastillas para la presión que cuidadosamente guardaba en un pequeño frasco, el moreno de cresta derramaba pesadas lágrimas con cada paso que daba, al llegar a las habitaciones pudo observar a sus familiares y amigos descansando, entre ellos el pequeño Zack, sus pestañas largas y sus pequeños ronquidos llenaron de amor el corazón del cresta; con movimientos suaves se acercó a su cama y peinó sus cabellos con sus largos dedos, dándole cariño al pequeño aún así este no fuese consciente.

El ruso observaba la escena detrás del umbral de la puerta, intentando hacer el menor ruido para no interrumpir aquel tierno momento, observaba al amor de su vida, aquella mirada tan serena que era capaz de inundar su frío corazón, no le hacía falta más, solo necesitaba su sonrisa y aquella hermosa mirada para ser feliz.

El de cresta se acostó al lado del pequeño, lo abrazó suavemente en busca de consuelo y se quedó dormido en aquel eterno silencio, el ruso entró en silencio a la habitación, tomó una pequeña cobija y con ella arropó a la persona que todos los días le robaba el aliento.

...

Un repentino sonido les robó el sueño a todos los presentes, eran poco menos de las seis de la mañana, el pequeño y el moreno se levantaron de un salto, el último corrió hacia la sala para encontrarse a Walter con una pistola en la mano apuntándole a su hermano, Michelle y Conway; el ruso fue el que llegó de último, los tres se quedaron completamente impactados por la escena.

- Tú...- Mencionó el anciano apuntando el arma directamente a Horacio. - Así que fuiste tú quien me estaba observando ayer en la noche.

- Y-yo no sé de qué hablas. - Sentenció el de cresta con mirada serena, había olvidado sus zapatos y no había sido consciente hasta ese momento cuando se dio cuenta de que estaba descalzo.

- Eres tan solo un novato que ni siquiera sabe que cuando vas a espiar a alguien debes llevarte todas las evidencias, incluso me das ternura. - Se burló mientras reía con aquella voz gruesa resultado de muchos años como adicto al tabaco.

Él sabía que no había vuelta atrás, observar las figuras asustadas de las personas que más quería fue suficiente para llenarle de valor y enfrentar a aquel sujeto pero otra persona se le adelantó.

- Por favor, baje el arma. - Solicitó el ruso de cabellos grises con una mano temblorosa pero con una mirada serena, no era la primera vez que trataba con situaciones así pues hace tan solo un tiempo, cuando aún era conocido como el temible comisario de Los Santos, recordaba aquellas peligrosas situaciones donde chicos armados se imponían a la policía y él tenía que controlarlos, sin embargo, en aquel momento tenía un chaleco antibalas y la certeza de que alguien iba a curarle las heridas, en cambio, ahí donde estaban no tenía nada.

Walter estaba furioso y asustado, no era capaz de mirar a los ojos a sus viejos amigos quienes estaban prácticamente paralizados ante la enorme traición que éste les demostraba frente a sus ojos. Ellos le dejaron entrar al búnker, le otorgaron su confianza y le dieron de comer, un hogar, pero fueron engañados.

- No puedo bajar el arma, usted no entiende. - Declaró con la voz quebrada mientras cargaba el arma con el dedo índice. - Lo siento, pero no tengo otra opción.

- Eso es mentira. - Conway interrumpió colocándose frente a Michelle en forma de protección. - Sé que te están extorsionado, no veo otra forma de que te obligarán a hacer esto.

La separación - VolkacioWhere stories live. Discover now