25. Solo mátame

468 99 149
                                    

Apenas he puesto un pie fuera de la universidad cuando suena mi teléfono. Gruño cuando comprendo que lo he metido en la mochila junto con el resto de mis cosas y por los siguientes diez segundos me veo obligado, entre oleadas de frustración, a rebuscar con una mano entre los objetos mientras sostengo la mochila con la otra.

Cuando lo encuentro y lo extraigo, ya es llamada perdida. Aprovecho para cerrar la mochila y volver a colgármela en la espalda, pero no dejo de mirar la pantalla, porque sé que va a llamar. O no, claro, puede no llamar, puede haber sido un error o en realidad el asunto no es tan importante, así que estoy a punto de guardarlo otra vez cuando suena. En mi mano, sí. Y casi me da un infarto, como si hubieran expuesto mi corazón a un desfibrilador.

—¿Sí? —contesto. No, más bien gruño.

—Eh... hola, Lucas, soy Laura.

—¡Laura! Eh... hola, perdón, yo... es que me encuentras...

—Sí, lo siento, es que... sentí que debía.

—¿A qué te...?

—Es sobre Hugo —me interrumpe.

Me quedo callado porque esto no me lo esperaba. No es que Laura y yo tengamos mucho contacto fuera del que hemos tenido gracias a Hugo, pero de alguna forma no me lo vi venir.

—¿Qué pasa con Hugo? —inquiero rápidamente.

—Lo he visto hace poco... ya sabes, con Abbey.

Y no digo nada. Me quedo callado por un tiempo que podría considerarse descortés, pero, aunque en mi cerebro están escritas las palabras que podría usar para salir del paso, no consigo reaccionar hasta que ella habla de nuevo, quizás pensando que hubo una interferencia.

Casi hubo una, creo. Como si hubiera muerto por un instante.

—¿Lucas?

—Sí, eh... gracias —balbuceo.

—Se veía feliz, así que creo que definitivamente está pasando por uno de los episodios.

—Gracias por decirme.

—No hay problema. Por favor, dime si te puedo ayudar en alguna otra cosa.

—Gracias por eso, lo haré. Hasta luego.

—Adiós.

Tengo unas ganas irrefrenables de colgar, pero dejo que ella lo haga. Después de eso, sencillamente me quedo de pie en la entrada de la universidad con el teléfono aferrado en la mano que cuelga lánguidamente a un lado de mi cuerpo.

Puedo esbozar en mi cabeza la imagen de Hugo y Abbey. Hugo y Abbey juntos, felices. Hugo y Abbey en un mundo en el que yo no existo y no estoy ahí para servirles de obstáculo, un mundo en que a Hugo sus padres lo aprueban, sus amigos lo adoran y no vive con crisis existenciales a cada segundo.

He hecho todo lo que he podido. He estado ahí para él, he acudido a cada llamado, le he explicado cada vez que ha hecho algo que no recuerda haber hecho, lo he amado, lo he apoyado, aún si no sé si algo de esto es suficiente o siquiera importante. ¿Pero por qué lo estoy haciendo? ¿Por qué las molestias, por qué el esfuerzo? Porque lo amo, ¿cierto? Lo amo y eso jamás lo dudaría. ¿Pero qué tal si nada de lo que estoy haciendo es lo que realmente debo hacer? ¿Qué tal si en la lista de cosas que son lo mejor para Hugo sencillamente yo no estoy incluido?

Abatido, pero sin dar señales físicas para que nadie me mire raro, camino arrastrando los pies calle abajo. Han sido días agitados y lo único que la vida necesitaba para derrumbarme era el pequeño empujón que me acaba de dar. Sí, es injusto, pero nadie dijo que la vida fuera siempre justa, quizás se me dio algo que no podía ser permanente y ahora necesito dejarlo ir. No quiero dejarlo ir. Por mí lucharía contra cualquier fuerza del universo con tal de seguir estando con él, pero tengo que considerar la idea de que podría estar siendo egoísta. Bien podría dejarlo tranquilo y feliz con Abbey y su vida perfectamente normal y sencilla, sin nadie que lo critique por nada. Y eso sería una mierda para mí.

ÉL © [NOSOTROS #2]Where stories live. Discover now