10. Sobreviviendo

417 92 14
                                    

Ya había pasado un tiempo desde el primer episodio y su transcurso no se había detenido. Para cuando llegó el mes de mayo, ya había perdido la cuenta de cuántos episodios había tenido y de cómo y en qué circunstancias habían sido todos ellos. Algunos habían sido en casa, otros en la universidad, incluso había tenido uno muy corto en el supermercado. Unos habían durado un poco más que otros, pero todos habían tenido algo en común: después de recuperarme de ellos no recordaba haberlos tenido. Después de cada uno, quien hubiera estado acompañándome (Lucas, alguno de los trillizos o Abbey) siempre había tenido que contarme lo que había ocurrido y, al parecer, todos incluían una parte en la que se me había explicado la situación con calma.

Lucas y yo comenzamos a tratar de encontrar patrones entre los episodios, pero no llegamos a ninguna conclusión, ya que ninguno se parecía mucho a otro. Quizás se podría rescatar que en la mayoría de ellos no podía recordarlo a él (que yo supiera, solo lo había reconocido en uno de ellos que había sido muy breve), y eso no era alentador ni para mí ni para él. Pensamos por espacio de algunos días en volver a consultar al médico, pero no hallamos una excusa para hacerlo, después de todo, no era posible que nos dieran información nueva sobre nada. Fuese como fuese, aunque todo resultase extraordinariamente intimidante, tuvimos que pasar por ello. Juntos, claro. Esa era la única parte del embrollo que no había sido corrompida por nuestra constante angustia.

Uno de los ámbitos en los que me era más difícil proseguir como si nada hubiera pasado, era el académico. Algunos de mis episodios habían sido durante las clases y ya que después no podía recordar nada de ellos (ya que, adicionalmente, durante los episodios no tenía capacidad de almacenar recuerdos a corto o largo plazo), tampoco recordaba una palabra de la clase.

De todos modos, parecía que no había nada que mi adorado Lucas no pudiera solucionar, ya que, a pesar de encontrarse estudiando una carrera ajena a la mía casi en su totalidad, al poco tiempo de que el problema surgiera, después de haber pedido a los trillizos apuntes e información, empezó a ayudarme a mí a estudiar. Solíamos pasarnos algunas horas diarias por las noches estudiando en la habitación. Él se había preparado a tal punto para instruirme sobre las materias que yo me atrevía a decir que no tenía nada que envidiarle a ningún profesor que yo hubiera tenido antes. Como maestro no solo tenía facilidad de palabra y dominio del tema, sino que estaba dotado de la dosis justa de paciencia que la situación y las circunstancias extraordinarias requerían. No en vano estaba estudiando para convertirse en profesor, si para eso tenía talento. ¿Cómo se las había arreglado para aprender de leyes en cuestión de horas y ser capaz de enseñarme? Yo no tenía idea. Intenté preguntarle, pero solo me respondió con una sonrisa modesta y me indicó que no me distrajera. Igual, era un poco evidente que su inteligencia y su buena memoria tenían mucho que ver.

Gracias a mi novio, a sus noches en vela para el estudio de una carrera que no le correspondía, me mantuve sobre el promedio. Gracias a él, que cuidó de mí como un padre, pude vivir como si nada raro me pasara.

Mis amigos ayudaron mucho también. Los trillizos y Abbey se la pasaron excusándome ante los maestros cada vez que uno de mis episodios comenzaba y gracias a ello ninguno de mis demás compañeros llegó a mirarme raro o a excluirme como siempre pasa en las películas.

JD, Marcos y Mateo, por otro lado, me hicieron sentir como si todo estuviera bien. En ningún momento me miraron condescendientemente, ni hablaron a mis espaldas de cosas que no querían que yo escuchara, se portaron como siempre: como mis mejores amigos. No pararon de hacerme bromas, de contarme lo que fuera, de ofrecerme ayuda con la suficiente sutileza si se daban cuenta de que algo me hacía falta. De existir alguna especie de extraña prueba divina para separar a los verdaderos amigos del resto, los tres chicos de la misma cara la habían pasado por completo y con un puntaje sobresaliente.

Y luego, sorpresivamente, estaba Abbey. Ella, yendo bastante en contra de la personalidad que yo le conocía, tampoco se separó mucho de mí durante un tiempo, lo cual fue bastante amable de su parte y yo reconocí. Aunque al parecer no todos lo veían de la misma forma, porque noté, aunque todos trataron de ocultarlo lo mejor que pudieron, que Lucas y los trillizos a menudo la miraban con cierto aire de desaprobación. Tampoco era como si me sintiera sorprendido por eso, porque ellos no habían sido jamás los mejores amigos. De hecho, lo único que siempre habían tenido todos ellos en común era a mí: se habían conocido gracias a mí, se veían de vez en cuando gracias a mí, mantenían el contacto gracias a mí. Yo apostaba a que, si yo no hubiera estado dentro de la ecuación, a ellos no les hubiera molestado no verse ni en pintura.

De todos modos, agradecía que todos estuvieran haciendo su mejor esfuerzo, en su mayoría porque sabía que todo lo estaban haciendo por mí. Dentro de todo, aún tenía cosas buenas en mi vida de las que podía estar orgulloso.

ÉL © [NOSOTROS #2]Where stories live. Discover now