31. Un trozo de ti

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¿Puedo ser papá... así?

Eso es lo que me he estado preguntando desde que Hugo me llamó. ¿Puedo ser papá con la ex de mi novio? ¿Puede ser él papá con su ex? Si hubiera un bebé, ¿Abbey querría conservarlo? La verdad es que, aunque hayamos tenido mucho contacto últimamente, no la conozco tanto como para deducir eso, de ser el caso, ¿cómo se supone que sería el papá de su hijo?

Abbey sale del baño y los dos damos un salto. Hace unos minutos entró para hacerse la prueba, hace como media hora estamos los tres aquí en el departamento y desde hace exactamente cincuenta y dos minutos (cuando Hugo me llamó para contarme lo que pasaba) tengo el estómago revuelto y los músculos temblorosos por la tensión.

—Hay que esperar —dice Abbey, contestando a la pregunta que nuestra mirada le ha hecho.

Acto seguido, los tres nos sentamos en la cama a una distancia prudente el uno del otro y guardamos silencio por unos instantes, cada uno pensando en lo mismo, aunque sin decirlo.

—Entonces... habría que hablar de esto... ¿no? —balbucea Hugo.

No quiero hablar de esto, definitivamente no quiero hablar de esto. Sé que debo, pero no sé si lo soportaré, empezando por el hecho de que todo esto se debe a que los tres dormimos juntos, una cosa de la que preferiría no acordarme.

—Si el resultado es negativo, todo sigue como hasta ahora —prosigue Hugo mirando a la nada al no recibir respuesta—. Si es positivo... bueno, habría que averiguar quién es el padre del, eh... bebé.

—Hay una cosa que se llama amniocentesis —interviene Abbey con voz anodina—. Se hace durante el embarazo, se pueden saber cosas sobre el bebé, incluso quién es el padre.

—Bien —asiente Hugo—. Bien, habría que hacer eso, entonces.

El hecho de que nadie esté haciendo contacto visual con nadie no sé si hace que esto sea más llevadero o más incómodo.

—Ahora... está también la otra opción —sigue mi novio, esta vez en voz considerablemente más baja—. La opción de... no tenerlo.

Se hace un silencio implícito. Hugo por poco esconde la cabeza bajo la tierra por haber sido él quien ha puesto esa opción sobre la mesa, pero alguien tenía que hacerlo, estoy segura de que ni Abbey ni yo lo culpamos por eso.

—Esa tendrá que ser decisión de Abbey porque es su cuerpo —señalo—. Ella es la que pasaría por todo el proceso.

—Eso ya lo sé —gruñe Abbey.

Hace una pausa en la que nosotros dos nos quedamos callados.

—También sé que esa es la mejor opción para todos, mucho más para mí —continúa severamente. Ahora yo también quiero esconder la cabeza bajo la tierra—. Sí, las mujeres tenemos derecho a esa opción hasta antes de que el feto se convierta en una persona, eso lo sé, eso no se pone en tela de juicio, tenemos derecho a elegir si traemos o no al mundo a un ser humano que probablemente sería infeliz al no ser deseado, pero que no se les ocurra ni por un instante que es una alegría. Un aborto es una de las experiencias más traumáticas, violentas y brutales por las que puede pasar una mujer. ¿Ustedes creen que es así de fácil, que se hace y ya está, todos felices? ¡No es así! Es por eso que las mujeres se cuidan al tener relaciones, es por eso que me cuido yo, porque sé que el aborto es una opción, pero no quiero tener que pasar por eso. Una no aborta como si fuera de compras. Es algo que se queda contigo por el resto de tu vida, algo que no vas a olvidar. Así que no, no es tan fácil hacerlo como decirlo.

Después de eso, los tres volvemos a quedarnos callados. Hablaría o diría algo para romper la tensión, pero después de lo que ella ha dicho nada parece adecuado. Guardamos silencio y no nos miramos entre nosotros, el único ruido del ambiente son los jadeos de Bobby que provienen desde la puerta, en donde decidió tumbarse ni bien llegamos.

ÉL © [NOSOTROS #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora