2. Rebobinando

728 116 80
                                    

Bobby se abalanzó a mi encuentro una vez puse un pie en el departamento. Por poco no pude contener las ganas de llorar que tuve cuando lo vi otra vez, lloriqueante e hiperactivo, tratando de llegar a mi cara a base de saltos que lo llevaban casi al techo. Me agaché y permití que me saludara como solo él sabía hacerlo. Lo abracé por aproximadamente cinco minutos seguidos.

Estaba con Bobby, así que oficialmente había vuelto a casa.

—Lo cuidé bien mientras no estabas —dijo Lucas.

Estaba de pie detrás de mí, justo delante de la puerta cerrada. Solo al volverme para mirarlo noté que se me habían empañado los ojos.

—Gracias —dije sinceramente.

Me acarició la espalda y después se quitó la casaca que traía puesta para colgarla en el perchero.

—¿Y dónde está la señorita de la casa? —le pregunté en tono sarcástico.

Resopló y sonrió antes de contestar.

—¿Qué crees que está haciendo?

—Veinte a que está durmiendo.

—Qué bueno que no me gusta apostar.

Reí, dándole una última caricia en la cabeza a mi Bobby. Cuando me levanté mis pies estaban casi entumecidos y mis rodillas resentidas por tanto tiempo seguido en cuclillas.

—¿Me perdí de algo interesante? —le pregunté a mi compañero sentándome en el sofá junto a él. Bobby se tumbó inmediatamente al lado de mis pies.

—Te perdiste de tu propio cumpleaños —rio, cruzado de brazos.

—Lo sé —suspiré, haciendo un puchero—. Supongo que estuvieron de fiesta por mí ese día, ¿no?

—¿Cómo íbamos a estar de fiesta si no sabíamos si ibas a despertar?

Esta vez no hubo ningún indicio en su voz de que su comentario hubiera sido sarcástico o en son de broma. Su mirada se encadenó a sus rodillas y pareció más disperso que de costumbre por un momento.

Había sido pura adrenalina y energía para mí desde el momento en que había despertado, había vuelto después de un viaje por mi subconsciente y eso me hacía sentir más vivo de lo que me había sentido jamás. Claro, había sido complicado, me había sentido igual de confundido y aletargado durante las cuatro semanas que había durado mi terapia, tanto física como psicológica, pero todo el proceso me había ayudado a que cada aspecto de mi vida volviera a la mayor normalidad posible. Solo que no me había puesto a considerar cómo se habían sentido las personas a mi alrededor con todo el asunto.

—Pero volví —dije suavemente.

—Pudiste no haber vuelto.

—Sí, pero volví —me aproximé hacia él hasta que mi nariz no estuvo ni a cinco centímetros de su rostro y lo miré de cerca hasta que él se volvió.

—Realmente me alegra que estés aquí —confesó, arreglando el cabello que me estaba cayendo sobre la frente.

—Ahora que lo pienso... —recordé, lo que me hizo sentir entre feliz y culpable— también me perdí tu cumpleaños.

—Sí, eso no importa.

—¿Cómo que no importa? —me quejé, apenado al recordar que ese había podido ser un día increíble—. Me preparé, ¿sí? Había practicado, iba a cocinar para ti. Tus amigos iban a venir a ayudarme y también los trillizos. Lo tenía todo pensado y... bueno, creo que lo arruiné.

—¿Cómo se supone que lo arruinaste? —me miró escépticamente.

—Poniendo mi cara en el puño de esos imbéciles, tal vez.

ÉL © [NOSOTROS #2]Where stories live. Discover now