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Damas y caballeros, por favor, mantengan la calma. Un auxiliar del servicio a bordo pasará por todos los vagones para comprobar si hay algún herido.

Pegué cara al frío cristal de la ventana para ver qué ocurría. Nos habíamos detenido junto a una autopista de varios carriles, una especie de ruta interestatal. Al otro lado se veía un cartel amarillo, colgado muy por encima del asfalto.

Era difícil ver nada con la nieve que estaba cayendo, pero distingue el color y la forma del letrero. Se trataba de un local de la cadena Waffle House, restaurantes especializados en waffles y panqueques de todas clases.

En el exterior del tren, un miembro de la tripulación avanzaba a los tropezones por la nieve e iba revisando debajo de los vagones, iluminandolos con una linterna.

una maquinista abrió la puerta de nuestro vagón de golpe y se quedó mirandonos a todos. No llevaba la gorra del uniforme.

–¿Que está pasando? –le pregunté cuando llegó hasta nosotros–. ¿Estamos atrapados?

Se inclino y miró con detenimiento por la ventana, a continuación emitió un silbido grave.

–No vamos a seguir avanzando, querido –respondió con voz ronca–. La nieve ha cubrido la vía a partir de este punto. Ha quedado enterrado del todo. A lo mejor, mañana por la mañana llegan los vehículos de emergencia para sacarnos de aquí. Pero no es seguro. No pondría la mano en el fuego. En todo caso, ¿Estás herido?

–Estoy bien –le aseguré.

Hana Uno se sujetaba una muñeca.

–¡Hana! –exclamó otra Hana–. ¿Qué te ha pasado?

–Me la he torcido –gimoteó Hana Uno–. Es grave.

–¡Es la mano que usas para sujetarnos en el salto de lanzamiento de canasta!

Seis animadoras me indicaron (de forma nada sutil) querían que me apartara para llegar hasta la componente herida de su grupo y sentarla. Jin quedó atrapado en el tumulto. Las luces perdieron intensidad, la calefacción se apagó de forma ruidosa y volvió a oírse el altavoz.

–Damas y caballeros –dijo la voz–, vamos a cortar el suministro eléctrico para ahorrar energía. Si tienen alguna manta o pulóver, les recomendamos su uso. Si alguno de ustedes necesita más abrigo, intentaremos proporcionárselo. Si le sobra alguna prenda de abrigo, le rogamos que la compartan con el resto de los pasajeros.

Volví a mirar el cártel amarillo, y otra vez al grupito de animadoras. Tenía dos opciones: quedarme allí en aquel tren frío, oscuro y atrapado en la nieve o tomar cartas en el asunto. Podía tomar las riendas de ese día que se empeñaba en rebelárseme. No sería difícil cruzar la vía y llegar al Waffle House. Seguro que allí contaban con una fuente de calor y un montón de comida. Valía la pena intentarlo, además, me parecía un plan que Jungkook aprobaría. Suponía tener iniciativa propia. Aparte con amabilidad a las Hanas hasta llegar a Jin.

–Hay una waffle house del otro lado de la ruta –señalé–. Voy a ir hasta allí para ver si está abierta.

–¿Una Waffle House? –respondió
Jin–. Estamos justo a la salida de la ciudad, junto a la carretera 1-40.

–No seas loco –dijo Hana Uno–. ¿Y si se va el tren?

–No se irá –respondí–. Me lo acaba de decir la maquinista. Estaremos aquí atrapados toda la noche. En ese local tendrán calor, comida y espacio para poder moverse. ¿Qué otra cosa podemos hacer?

–Podriamos practicar las piruetas para animar al equipo –sugirió una de las Dongju con un hilito de voz.

–¿Vas a ir tú solo? –preguntó Jin. Sabía que quería acompañarme, pero Hana estaba apoyada sobre él como si su vida dependiera de ello.

–Estaré bien –contesté–. Está justo aquí enfrente. Dame tu número de teléfono y...

Levantó su celular roto para recordarme el penoso estado del aparato. Asentí con la cabeza y agarré mi mochila.

–No tardaré mucho –añadí–. De todas formas tengo que volver, ¿no? ¿Adonde voy a ir si no?

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeWhere stories live. Discover now