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Al cabo de cinco minutos estábamos en el comedor, con el pueblo navideño en miniatura de Daegu parpadeando de forma intermitente. Taehyung y yo nos sentamos en el sofá, pero no acurrucados bajo una manta, como seguramente esperaba la señora Kim. Teníamos una manta para cada uno, y yo me senté con las piernas bien dobladas, formando una barrera protectora con las rodillas apoyadas contra mi pecho.

Desde el piso de arriba llegaban los gritos amortiguados de Yang mi mientras su madre la metía en el enterito para la nieve.

Me quedé mirando a Taehyung con detenimiento. Todavía parecía atractivo. No como Jungkook. Jungkook tenía sus defectos. No tenía ni siquiera un rasgo que resulta especial por sí solo, sino que era la suma de varios aspectos agradables percibidos como un conjunto para dar como resultado un todo muy atractivo, presentado a la perfección gracias a la ropa adecuada.

No era muy elegante en el vestir, pero sí tenía un don para intuir qué se pondría de moda. Por ejemplo, empezó a llevar las camisas con un faldón metido en los pantalones y el otro afuera, y los catálogos ni tardaron en mostrar a chicos que también las llevaban así. Jungkook siempre iba un paso adelante.

Taehyung no tenía ningún estilo. Seguramente no le interesaba la moda en lo más mínimo y empezaba a suponer que no tenía idea sobre como combinar camisas con los jeans.

Se sacó el pulóver y dejó a la vista una sencilla remera roja sin estampados. Habría sigo demasiado soso para Jungkook, pero Taehyung vestía así de forma natural, así que le quedaba bien. Y, aunque la remera le quedaba holgada, me fijé en que era bastante musculoso. Hay chicos que te sorprenden en ese sentido.

Si Taehyung tenía alguna idea de lo que planeaba su madre, lo disimulaba muy bien. Hacía comentarios divertidos sobre los regalos de Yang mi, y yo sonreía tenso, fingiendo que lo escuchaba.

—¡Taehyung! —lo llamó su madre—. ¿Puedes venir a ayudarme? Yang mi está atascada.

—Enseguida vuelvo —dijo.

Subió los escalones de dos en dos, yo me levanté del sofá y me acerqué para mirar más de cerca las figuras de Daegu. Quizá podría hablar con la señora Kim sobre su posible valor, así dejaría de hablar de Taehyung. Aunque me podría salir el tiro por la culata, y lograra gustarle más a su madre.

En el piso de arriba estaba celebrándose una pequeña cumbre familiar.

No estaba seguro de qué había ocurrido con el enterito para la nieve de Yang mi, pero parecía bastante complicado. Taehyung decía: «A lo mejor, si la ponemos boca abajo...»

Se me ocurrió otra pregunta: ¿Por qué no había hablado del tal Jimin? A ver, no es que fuéramos amigos íntimos ni nada por el estilo, pero parecía que congeniábamos, y él se sentía bastante cómodo como para molestarme con el tema de Jungkook. ¿Por qué no había dicho nada cuando mencioné a su novio? Y más teniendo en cuenta que su madre aseguraba que se lo contaba a todo el mundo.

Tampoco era que me importara, claro. No era asunto mío. Taehyung querría sufrir en silencio. Además, seguro que no tenía ninguna intención de meterse conmigo. Éramos amigos. Amigos que acababan de conocerse, pero amigos al fin y al cabo. Yo, más que nadie en el mundo, no era quién para juzgarlo porque se hubiera completado de una forma extraña y lo hubiera puesto en una situación incómoda. Precisamente yo, que tenía a mis padres en la cárcel y que había intentado huir en plena tormenta de nieve. Si su madre tenía un espeluznante gen que la empujaba a emparejar a la gente, él no tenía la culpa.












Siento tardarme en actualizar.

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeWhere stories live. Discover now