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Me levanté con intención de dar un vistazo. Había no uno, sino dos arbolitos de Navidad, uno pequeño en el ventanal del salón y otro gigantesco, que fácilmente podía llegar a los dos metros y medio, en un rincón. Se combaba un poco por el peso de la gran cantidad de adornos artesanales, las numerosas tiras de luces y más diez cajas de guirnaldas plateadas.

En el comedor había un piano cubierto de partituras abiertas, algunas con anotaciones escritas a lápiz. Yo no toco ningún instrumento, y toda la música me parece complicada, pero esa me pareció más compleja que lo normal. En esa casa había un pianista experto. Aquel no era un piano de adorno.

Sin embargo, lo que de verdad me llamó la atención fue lo que había encima del piano. Era de dimensiones mucho más reducidas que el nuestro, con un despliegue técnico mucho menos complejo, pero sí, se trataba de un pueblo en miniatura de Daegu, rodeado por un cerco de guirnaldas.

—Seguro que sabes qué es eso —dijo Taehyung mientras bajaba por las escaleras con una carga impresionante de mantas y almohadas, que dejó encima del sofá.

Por supuesto que lo sabía. Tenían cinco figuras.

—Supongo que ustedes tienen muchas más figuras —añadió.

—Tenemos sesenta y cinco figuras.

Emitió un silbido, impresionado, y se acercó para llegar al interruptor de la electricidad y poner en marcha los mecanismos. Tuvo que accionar la tecla de cada figura para que fueran cobrando vida.

—Mi madre cree que valen mucho —dijo—las trata como si fueran verdaderos tesoros.

—Todos piensan lo mismo —comenté con tono comprensivo.

—Bueno —señalé la cafetería Merry Men—, está sí que vale bastante. Mira, es de ladrillo y tiene los alféizares verdes. Es una pieza de primera generación. Las del segundo año tenían los alféizares negros.

Me levanté con delicadeza y la miré por debajo.

—Hace cinco años que retiraron la cafetería Merry Men, y eso aumenta su interés. Por está podían darte unos cuatrocientos dólares, aunque parece tener rota la chimenea y estar pegada con pegamento.

—¡Ah, sí! Fue mi hermana.

—¿Tienes una hermana?

— Yang mi —dijo Taehyung—. Tiene cinco años. Tranquilo. Ya la conocerás. Por cierto, todo eso que acabas de decir ha sido alucinante.

—No creo que «alucinante» sea la mejor palabra para describirlo, yo creo que es más bien patético.

Volvió a apagar las casas.

—¿Quién toca piano? —le pregunté.

—Yo. Es el talento que tengo. Supongo que todos tenemos alguno. —Taehyung hizo una mueca ridícula que me hizo reír.

—No deberías tomartelo a risa —contesté—. A las universidades les encanta la gente con habilidades musicales.

¡Dios, soné tan...! Tan como uno de esos jóvenes cuya única motivación para hacer cosas es que las universidades los acepten. Me impactó darme cuenta que era una frase pronunciada por Jungkook. Jamás me había parecido tan reprochable.

—Lo siento —dije—. Estoy cansado.

Hizo un gesto con la mano para restarle importancia a mi comentario, como si no hiciera falta ninguna explicación ni disculpa.

—las madres hacen lo mismo —dijo— . Y los vecinos. Soy como el mono de feria del vecindario. Por suerte, también me gusta tocar, por eso no me importa. Bueno... Estás sábanas y almohadas son para ti y...

—Así está bien —contesté—. Está todo de maravilla. Son muy amables invitándome a quedarme a dormir.

—Como ya he dicho, no hay problema. —Se dio vuelta para irse, pero se detuvo a mitad de camino—. Oye, siento haber sido un imbécil antes, cuando veníamos hacia aquí. Es que estaba...

—... caminando en plena tormenta de nieve —terminé—. Ya lo sé. Hacía frío, y estábamos de mal humor. No te preocupes. Yo también lo siento. Y gracias.

Puso cara de estar a punto de decir algo más, pero se limitó a asentir con la cabeza y siguió subiendo las escaleras. Lo oí llegar arriba, aunque volvió a bajar corriendo un par de escalones. Se asomó por la parte más alta de la baranda.

—Feliz Navidad —añadió antes de esfumarse.

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeWhere stories live. Discover now