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Hummm... Quizá sería mejor que no te...

Dejó la frase inconclusa y retrocedió un paso cuando alguien avanzó hacia la barra desde los baños.

Era un hombre de unos cuarenta años, con el cabello negro, ligera panza cervecera y anteojos. ¡Ah, sí!, e iba vestido con papel de aluminio. De los pies a la cabeza. Incluso tenía puesto un gorrito del mismo material. Y lo usaba como si nada.

Señor de aluminio ocupó el lugar con el periódico y las tazas, y me saludó moviendo la cabeza antes de que yo pudiera levantarme.

–¿Cómo va la noche? –me preguntó.

–Podría ir mejor –respondí con sinceridad. No sabía hacia dónde mirar, a su cara o a su cuerpo deslumbrante, cegador.

–Mala noche para salir.

–Sí –respondí al tiempo que elegía su abdomen deslumbrante, cegador, como punto en el que concentrar la mirada –muy mala.

–¿Por casualidad no necesitarás que te remolque?

–No, a menos que tenga usted un remolque para trenes.

Se quedó pensando un rato. Resulta muy violento cuando alguien no capta una ironía y dedica un tiempo a intentar entender lo que acabas de decir. Resulta doblemente violento si la persona en cuestión va vestida con papel de aluminio.

–Demasiado grande –respondió al final negando con la cabeza–. No funcionaría.

park kyung también negó con la cabeza y me dedicó una mirada como diciendo: «Escapa antes de que sea demasiado tarde».

Sonreí e intenté demostrar un repentino interés por el menú, que requería mi atención. Miré la carta una y otra vez. Sin decidirme por cual escoger.

–Tómate un café –dijo park kyung, se acercó y me pasó una taza.

La bebida parecía quemada, y desprendía un olor nauseabundo, aunque no era el momento de andarse con remilgos. De todas formas, creo que el café no era más que la coartada que me ofrecía el chico para librarme de la conversación.

Fuí junto a la ventana, a contemplar como vibraba el cristal por el azote del viento y la nieve.

Me decidí por llamar a Jungkook y enseguida saltó al buzón de voz. No había pensado qué iba a decir ni qué actitud iba a adoptar, de modo que recurrí al tono desenfadado y dejé un mensaje atropellado, y seguramente también incomprensible, en el que le contaba que estaba atrapado en un extraño pueblo, junto a una interestatal, en una Waffle House, con un hombre vestido con papel de aluminio.

No fue hasta ese entonces cuando me di cuenta de que Jungkook habría creído que estaría tomándole el pelo -de una forma rara, eso sí- y que lo llamaba justo cuando más ocupado estaba. Seguramente le habría molestado el mensaje.

Estaba a punto de volver a llamarlo y hablarle con un tono más serio para aclarar que todo lo anterior no había sido una broma, cuando noté una corriente de aire, una especie de succión producida por la apertura repentina de las puertas en el instante en que un recién llegado se unió a nuestro grupito.

Era alto, delgado y, por lo visto, del género masculino. Aunque resultaba difícil asegurarlo, porque iba cubierto con bolsas de plástico empapadas, las llevaba en la cabeza, en las manos y en los pies. Con él, ya eran dos las personas que iban vestidas con cosas que no eran ropa.

–He perdido el control del coche –dijo el chico a todos los presentes en general–. He tenido que dejarlo tirado.

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora