Capítulo 23: La primera mujer en un mundo de hombres.

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La noche seguía transcurriendo con normalidad, muchos seguían bebiendo, otros bailando o simplemente compartían el momento con sus amigos, era una forma de conocerse entre ellos, las clases estaban por comenzar y era tradición festejarlo la noche anterior. Mi cabeza se mantenía recargada en el hombro de María José quien me abrazaba contra su costado de manera protectora. Se inclinó un poco hacia abajo y me besó con calma, con tranquilidad, con ternura pero sobre todo con cariño. Sus besos me hacían sentir segura, todo al rededor quedaba en el olvido cuando sus carnosos labios se unen a los míos.

—Te quiero...—Susurró viéndome directamente a los ojos. 

—Te quiero a ti. —Respondí con una sonrisa. Giró su rostro a nuestro al rededor como esperando el momento a que nadie nos estuviese prestando atención, se levantó de donde permanecíamos sentadas y haló mi mano para que la siguiera. 

No entendía a donde nos dirigíamos hasta que observe a unos cuantos pasos la entrada a su cabaña, mi corazón se paralizó un poco cuando nos adentramos al lugar, estaba completamente a oscuras la poca iluminación que entraba por las ventanas era gracias a los faroles que permanecían prendidos. Me sentía muy nerviosa, pero a la vez valiente. Perdí la razón cuando con una rapidez que no sabía que María José tenía, me tomó por la cintura y pegó por completo nuestros cuerpos, sus labios besaban mi cuello sin vergüenza revolviendo todo dentro de mí. Mi respiración se entrecortó poco a poco y los latidos de mi corazón se aceleraron. 

Caminamos sin dejar de besarnos por toda la sala hasta caer sentadas sobre el sofá yo encima de la mujer que me estaba volviendo completamente loca, esta vez fui yo quien tomó el atrevimiento de prensar mis labios contra su cuello, sus manos se aferraron a mi trasero dando un leve apretón. No sabía donde había quedado la María José tímida y tierna, la que con vergüenza y el rubor inundando sus mejillas tomaba mi mano, estaba conociendo una nueva versión de ella que me gustaba tanto como la ya que conocía. 

Manos traviesas se colaron bajo su camiseta acariciando su abdomen, no pude evitar impresionarme al sentir la dureza de sus abdominales bajo mi tacto, esta mujer parecía irreal, separé mis labios de su cuerpo para poder admirarla con detenimiento, en sus ojitos verdes un brillo los hacía lucir más hermosos de lo que ya eran, la sonrisa en los labios me robaba suspiros. 

—Eres perfecta. —Me atreví a decir rompiendo el silencio que nos gobernaba. 

—Tú eres perfecta. Tienes la cara más linda de todo Freely y de Colombia —Besó mis labios. —De México, de Chile, de Venezuela, de Argentina. —Cada que su voz susurraba un país más sus labios besaban alguna parte de mi anatomía. —De Costa Rica, de Honduras, de Guatemala, de Panamá, Paraguay, Perú de todo el fucking mundo, Daniela Calle. —Sonrió —Eres la persona más hermosa que ha creado Dios y no sabes las gracias que le doy por haberte creado y más aun porque nos haya hecho coincidir y que entre tantos príncipes y princesas que haz conocido, sea yo, esta plebeya a quien tú hayas elegido.

Sus labios volvieron a mi cuello y sus manos se aferraron a mi cintura, un leve jadeo salió de mi garganta y moví mis caderas buscando un poco de fricción cuando una sensación completamente desconocida para mi se instaló entre mis piernas. No sabía qué era lo que me estaba pasando, el calor comenzó a subir por mi cuerpo y esparcirse hasta de nuevo tomar lugar en donde las sensaciones cada vez se hacían más intensas, tenía la necesidad de que María José hiciera algo para calmarme. Me separé de ella al momento en que sentí humedad en mi ropa interior, me miró confundida y tomó mis mejillas con sus manos. 

—¿Qué pasa, gordi? —Preguntó con la voz entre cortada.

—Yo...—Me daba mucha vergüenza decirle como me estaba sintiendo.

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora