Capítulo 26: Acepto.

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Me monté al auto con la mirada baja debido a las lágrimas que luchaban por escapar de mis ojos. Se suponía que Laura vendría conmigo, pero después de que me dejó sola en mi alcoba, no volví a verla por ningún lado. La ventanilla que impedía ver el lugar del conductor permanecía cerrada, traté de abrirla para preguntar por mi mejor amiga pero fue imposible, parecía atrancada al igual que las persianas oscuras en las ventanas de la limusina, seguro era por precaución contra la prensa. 

Una leve música clásica sonaba por los parlantes logrando que mi ansiedad se calmara un poco, incliné mi cuerpo hacia al frente tratando de tomar una botella de agua, aun estaba a tiempo de arrepentirme. El sonido cambió nuevamente a la canción que bailé con María José en su apartamento de Bogotá, no sabía si era una señal, tal vez estaba haciendo mal en casarme por el pueblo. 

Quiéreme mientras se pueda 
Que la vida es una rueda que da mil vueltas
Al final nada queda
No he visto la primera historia
De que alguien se muere y algo se lleva
Y lo mejor de esta historia es que tú eres mi compañera
De esta vida pasajera 

Mi vida peligraba, mi corazón ha fallado durante toda mi vida y nunca había hecho algo arriesgado por mí, he vivido atada a mis padres y al reino mis veintidós años, ya era momento de que por primera vez pensara en lo que yo deseo. 

Y aunque te quiera pa' la eternidad
Todo en la vida tiene su principio y su final
Tú y yo no somos la excepción, no te sientas mal
Y si me voy que seas feliz antes de llorar.

—¿Qué mierda estoy haciendo? —Susurré para mí misma. 

La limusina seguía en movimiento cuando me levanté del asiento acercándome a la ventanilla para tratar de abrirla, me estaba resultando imposible, necesitaba hacer algo rápido antes de llegar a la catedral donde se llevaría acabo la ceremonia. 

—¡Chofer! ¡Señor conductor necesito que pare! —Grité con todas mis fuerzas sin recibir respuesta del otro lado de aquella ventanilla. —¡Por favor! ¡Le suplico que pare!

—Lo siento, alteza. Tengo ordenes estrictas de no obedecerla. —

—¡¿Cómo carajos no me vas a obedecer, malparido hijoeputa?! 

—Alteza, ese no es vocabulario de una princesa.

—¡Me vale un carajo! ¡Te ordeno que pares!

—No lo haré, alteza, lo siento. —Pude escuchar sus risas al otro lado de la cabina, me estaba volviendo loca. 

—¡Si no paras en este momento te juro que lo primero que haré cuando sea reina será botarte de Freely! 

—Me haría un favor realmente. —Rodé los ojos desesperada. —Le recomendaría que tome asiento, princesa, estamos a punto de llegar y no creo que se vea muy bien que usted esté gritándome.

—¡Gonorrea malparido! ¡PARA! 

—No lo haré.

—¡No debo casarme, por Dios, entiende!

—Demasiado tarde, alteza. 

—¡Huevon, hijoeputa, gonorrea malparido! ¡QUE TE DETENGAS! —Mis gritos ya no podían parar debía encontrar una manera para hacer que tipo detuviera el auto.

—¡Exclamo la dulce, delicada y fina princesa!

—¡No estoy jugando!

—Yo tampoco, su alteza. Tome asiento porque por más que me insulte, gritonee, patalee y haga lo que quiera, no voy a parar el auto, usted se va a casar con el Príncipe Felipe y hará de Freely un reino mejor. 

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora