Capítulo 29: Una confesión.

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El temblor en mi cuerpo aumentaba, cada vez más, conforme mis ojos captaban la cercanía que se aproximaba a las puertas de palacio. El corazón me latía desenfrenado. Un latido tras otro, resonaban en mis oídos, como si mis sentidos se concentraran en ellos. Mi mano apretaba fuertemente la de María José que me regalaba pequeñas caricias sutiles con su pulgar. 

Mi mejor amiga, acarició mis cabellos, haciéndome saber que ella estaría conmigo en todo momento. Como siempre ha estado.

La limusina se detuvo en el gran portón que dividía el palacio del pueblo, Johann, quien era el conductor, bajó su ventanilla para cruzar unas cuantas palabras con uno de los guardias. 

—Su majestad la reina me ha dado ordenes estrictas de que nadie que no tenga noticias sobre la princesa puede ser recibido. —Habló el hombre.

—Pero soy yo, vengo cada semana. —

—Para venir cada semana parece que no se ha enterado que la familia real no está recibiendo a nadie externo a la corona. 

—Casi soy de la familia. 

—Usted no es más que un mediocre profesor de música —Se burló el uniformado junto a los otros tres guardias que lo acompañaban —Regrese por donde llegó si no se quiere meter en problemas. 

Laura cubrió mi cabeza con un abrigo y me pidió que inclinara mi cuerpo contra las piernas de mi novia y solo logré escuchar su voz, parecía molesta, realmente molesta.

—Mediocres ustedes que no hacen nada más que olerle el trasero a cada miembro de la corona, y se creen superiores por salva guardar a la familia. No son más que un montón de gatos crecidos. —Exclamó dulcemente mi amiga. 

—¡Señora Duquesa! —Sonreí. —Mis más sinceras disculpas, no sabía que era usted quien...

—Calla. —Sentenció. —En tu vida tratarás de tal forma a Sire Johann. ¿Quedó claro? —

—Sí, mi excelencia. 

—Ahora abre esas puertas que necesito pasar. 

Johann retomó nuestro camino hacia la entrada principal a lo que debería considerar mi hogar. Enderecé mi cuerpo y sonreí ampliamente a mi novia quien mantenía su ceño fruncido sin dejar de observar a Laura. 

—¿Qué pasó bombón? —

—¿También eres de la realeza? —Reí ante su comentario, tomé sus mejillas entre mis manos logrando hacer que su atención se centrara en mí. Besé cortamente sus labios y asentí. —Yo creí que ella solo era tú...

—En realidad son cinco. ¿Recuerdas a las hijas del gran duque? —Mi novia asintió.

—Lady Gaby, Lady Dani, Lady Kathya y Lady Mari. ¿Ellas también son tus damas?

—Sí mi amor. Bueno, son más de cinco.

—¿De verdad es necesario que tantas personas atiendan a una sola? —Miré a Laura. Anteriormente era así, pero con el paso del tiempo el personal se fue recortando dependiendo de las necesidades de cada reina o princesa. Hasta que crecí yo y mis padres de dieron cuenta de que yo personalmente, necesitaría mucha ayuda y aún más cuando mi hermana renunció al trono. —Lo que tampoco entiendo es ¿Cómo así que Laura es duquesa? 

—Mi padre se enamoró perdidamente de la hija de la cocinera —Narró Villa —Mi mamá nunca quiso aceptar la responsabilidad que se le atribuiría al casarse con él. y mi padre nunca nos negó, nos dio su apellido reconociéndonos como sus hijas a mí y mis hermanas y el rey Germán mayor nos reconoció como parte de la familia real nombrándonos duquesas. Cuando crecimos y Daniela debía elegir una dama de honor, no dudó ni un segundo en pedirmelo a mí. 

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora