Capítulo 24: Cambiando la historia.

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Mi corazón seguía paralizado, el rostro serio de la mujer frente a nosotras me colocaba nerviosa, nos miraba con mucho detenimiento, como si tratara de leer nuestros pensamientos o buscando la manera de seguir intimidándonos a ambas. Quería hablar, tratar de dar alguna explicación de lo que estaba sintiendo justo en ese momento pero las palabras simplemente no salían de mi garganta, estaba atrapada. 

Caminó de un lado a otro por todo el taller supervisando el panorama, las manos me sudaban, mis piernas temblaban, María José acarició levemente mis dedos y giré mi rostro hacia ella, se encontraba peor que yo, el temor inundó sus ojos, su respiración estaba acelerada.

—Cuando yo era pequeña, mi madre me contó una historia que se quedó grabada en mi memoria durante años, hasta el día de hoy la recuerdo con exactitud. —La voz de mi abuela parecía tener eco, retumbaba dentro de las paredes del taller como si de esa forma tratara de hacer que se quedara impregnada en mi novia y en mí. —Dos chicas, veintidós y veinticuatro años. La mayor de ellas amante del arte, especialmente de la pintura heredera a la corona de Freely, princesa por nacimiento, la de veintidós, una princesa soñadora dispuesta a vivir su vida sin ataduras, no tenía mucho que preocuparse, su hermano mayor era el heredero en su reino, por lo tanto, solo debía tratar de dar una buena impresión a la prensa, en ese tiempo, el valor de las princesas era mínimo. —Tomó mis hombros e hizo que me sentara en el sillón de terciopelo rojo del taller. Miró a María José quien de inmediato entendió la indirecta y se sentó a mi lado. —Ambos hermanos, futuro soberano y princesa en la vida de la futura reina. 

—¿Por qué estás contando la historia, abuela? —Me atreví a preguntar.

—La jovencita no la ha escuchado.—Miró a la ojiverde y continuó. —Un día por el mes de diciembre, la menor entró al taller en uno de sus muchos paseos por el palacio cuando ambas familias reales se reunían para hablar sobre su próxima unión de un mismo linaje, conoció a la princesa de Freely en ese entonces y la retó a hacerle un retrato.  Ambas princesas se enamoraron, vivieron un amor tan profundo, uno como nunca se ha vuelto a ver en el reino. Este viejo taller fue testigo de ello, de la más hermosa, pero trágica historia que se ha conocido en Freely. La mayor estaba a nada de contraer nupcias con el hermano de la mujer de quien estaba enamorada, se encontraba entre la espada y la pared, no amaba a su prometido y era evidente que el hombre no la amaba a ella, pero no había nada que se pudiese hacer. La princesa de veintidós años le rogó que se escaparan para ser libres pues no había otro ser en el mundo al que ella más amara que a la princesa Cristina. 

—¿La princesa huyó con ella? —Preguntó mi novia llena de intriga. 

—Llegó el día de la boda, Isabella y Cristina habían planeado su huida fuera del país, del continente de ser necesario. Cristina quiso hablar con sus padres, pues, a pesar de todo ellos habían sido buenos con ella, algo paso que el plan llegó a oídos del Príncipe él no permitiría que lo dejasen en ridículo frente a personas importantes, encontró y secuestro a Cristina en las afueras del pueblo, bajo amenazas hizo que la princesa Cristina se casara con él. Nadie sabe qué más fue lo que pasó, es algo que quedó inconcluso y así se mantuvo por años hasta que lo dejaron en el olvido. —

—¿Qué pasó? —

—Al día siguiente de el que hasta ese momento Cristina creía que era el peor día de su vida, entró justo a este taller con la intención de escribirle una carta a su amada con el nuevo plan, cuando entró sintió como si su mundo se viniera abajo. Isabella permanecía tendida justo en ese sillón donde ahora ustedes están sentadas, sin ningún signo de vida, un frasco de pastillas estaba tirado a su lado sobre el piso y al rededor el resto de aquel medicamento sospechoso. Cristina le juró al cuerpo del amor de su vida que haría todo lo que estuviera en sus manos para vengar su muerte y para que nadie volviera a pasar por lo mismo que ellas dos. 

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora