Capítulo 20: Primer beso real.

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—¡ESO NO LO DECIDES TÚ! ¡TE QUIERO! ¡Lamento informarte que te quiero como no he querido a nadie, y nadie más tiene la culpa que tú!— Recogí mi saco con furia, me sentía enojada, un sentimiento que nunca en mi vida había experimentado, baje los cortos escalones pasando por su lado y chocando su hombro dispuesta a irme, a rendirme tal como ella lo estaba haciendo.

No sentí cuando tomo mi brazo con fuerza regresandome a su lado, bajo la lluvia.

Tampoco me dio tiempo a reaccionar cuando sus manos se encontraban aferradas a mi cintura y sus labios ya estaban estampados contra los míos. 

Me quedé paralizada, no sabía que hacer, ella no hacía ningún movimiento, simplemente mantenía sus labios precionados sobre los míos. Abrió sus ojos, sin despegarse, y caí en cuenta de nuestra cercanía, intentó alejarse, moví un poco mis labios despegandolos, invitándola a continuar, yo no tenía experiencia en nada relacionado con las demostraciones cariñosas de pareja, ella sonrió, cerró sus ojos y por fin, comenzó a mover sus labios sobre los míos. Tardé un poco en tomar control del movimiento de los míos, hasta que me permití cerrar también mis ojos y moverlos al ritmo de los suyos.

Mis brazos rodearon su cuello, sus manos se aferraban a mí cintura. Sonreímos en medio del beso, mi primer beso, bajo la lluvia, en la oscuridad de la noche con el cielo nublado sobre nosotras, cerca de mi lugar favorito en palacio.

Me concentré en la sensación de sus labios, la manera en que los movía, su sabor, su textura, su tacto, me permití concentrarme en Maria José Garzón y su forma tan elegante de besar.

Nos separamos por falta de aire, arrastró sus dientes sobre mi labio inferior y sonrió, sus mejillas estaban de un tono carmesí, y sus labios húmedos y levemente hinchados. Le devolví la sonrisa.

—También te quiero. —Susurró. Sin pensarlo dos veces, esta vez fuí yo quien se lanzó contra sus labios, en medio de risas de complicidad, me hacía explotar el corazón de felicidad, me hacía sentirme con más ganas de vivir. —¿Qué me estás haciendo, princesa? —Me dijo en cuanto volvimos a separarnos.

—Lo mismo que me estás haciendo tú a mí. —Sonreímos.

—¿Estás consciente de que si seguimos aquí nos vamos a enfermar, cierto? —

—¿Estás consciente de que no me importa? ¡Estoy feliz! —Alcé la voz —¡Más feliz que nunca y es gracias a ti! —La abracé, comenzamos a girar, aferradas la una a la otra bajo la lluvia, como dos infantes sin control.

No me importaba las próximas consecuencias, no me importaba si sufría un resfriado, no me importaba nada más que permanecer a su lado, disfrutarla, sentirme en libertad con ella, hacer dos cosas por primera vez, correr bajo la lluvia y probar sus labios.

—Si la reina se entera me correrá de palacio. Y me prohibirá verte otra vez—Dijo entre risas.

—Apuesto a que Laura te mostraría cada entrada secreta, a este punto no dudo que haya una en mi alcoba.

—Todo puede ser posible.

—¿Qué haces aquí a esta hora? —Pregunté cambiando de tema.

—Trabajaba en el retrato y perdí la noción del tiempo, decidí salir a tomar aire un rato y me perdí. —Comenzó a reír —Ya no sabía cómo volver.

—¿No te sirvió el recorrido de hace unos días? —Negó.

—Solo me diste un recorrido por el interior de palacio, no por el exterior, y fue durante el día. —Tomó mi mano y besó los nudillos. —Hay que volver a dentro, no quiero que te enfermes. —

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora