Capítulo 16: Arte

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Mi madre fulminó con la mirada a Juliana quién no podía dejar de regresarle la misma mirada de manera desafiante, se notaba una tensión que me desesperaba, nadie decía nada, nadie se movía, el rostro de los demás presentes se mostraba sorprendido, nadie, nunca, se atrevía a desafiar a la reina, nadie aparte de su propia sobrina.

—No podemos romper las tradiciones, jovencita —La reina Martina rompió el silencio.

—No, majestad, no podemos romperlas, pero sí cambiarlas —

—¿Qué piensa el rey de todo esto? —

—No lo he hablado con él, pero sé que él solo quiere la felicidad y bienestar de sus hijas — Sonrió

—Eso no tiene nada que ver con las tradiciones, reglamentos y protocolos para ser un gobernante digno —

—Se nota que no conoce para nada al rey. —Añadió. —En fin, solo pasaba a saludar y a llevarme conmigo a Daniela —Me miró sonriendo.

—Compermiso —Me levanté del lugar donde estaba para caminar detrás de ella.

—Deberías de pensar antes en el bienestar de Daniela ¿No entiendes que ella está...?—Mi madre paró nuestros pasos, recordando, como siempre, algo de lo que todos estamos al tanto.

—Lo sé, tía, estoy completamente al tanto de eso —Juliana interrumpió las palabras de mi madre antes de que terminara la frase —No tiene que recordármelo todos los días que me ve, sé cómo está mi prima, no es secreto para nadie de palacio, y no sabe lo mucho que me duele cada que lo recuerdo. Por esa misma razón yo solo quiero que mi prima sea libre, si quiere gobernar, lo hará a como ella más cómoda se sienta y sé que casándose no es de la forma en que ella lo desea. Ahora sí, me retiro — La seguí en completo silencio por los pasillos hasta llegar a mi alcoba. Se mantenía completamente seria, no decía nada, simplemente caminaba de un lado a otro con la respiración acelerada.

—¿Estás bien? —Me atreví a preguntar temiendo de alterarla más.

—Solo necesito de unos minutos, Dani. Tú no te preocupes. —

Pasaron unos minutos en los que ninguna de las dos decía nada, nos manteníamos en completo silencio solo escuchando el tik tak de aquel reloj antiguo que cuelga de una de las paredes.

Gobernar sin un hombre.

Esas palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza, nunca había pensado en esa posibilidad, desde pequeña me habían educado para siempre mantenerme detrás de un rey, escuché miles de clases sobre el comportamiento de una Princesa ante cada situación que se pudiese presentar, pero nunca me prepararon para lo que haría en caso de no querer desposarme. Porque esa era mi realidad, le gustase a mi madre o no, yo no planeaba casarme, no tan joven, no para ser reina y mucho menos planeaba contraer matrimonio con mi mejor amigo al que no le gustan las chicas. Tanto él, como yo, estamos completamente de acuerdo en que si nos casamos, será solo y únicamente por el bien de nuestras naciones, me gustaría que hubiese alguna manera para que yo pueda gobernar sin atarme a él.

Una de las reglas sobre el protocolo para poder gobernar es que, siendo mujer, no se puede nombrar reina, a menos, que sea desposada por algún miembro de la casa real, ese punto ya a ido cambiando con el paso de los años, antes de el reinado de mi abuelo, no importaba si dos primos se unían en matrimonio con tal de seguir con el linaje, mi abuelo presentó ante el parlamento de Freely sus razones, tanto políticas, como religiosas, sobre el por qué debería prohibirse el matrimonio entre miembros de la misma familia dentro de la casa real, al final, logró su cometido y se dejó de cometer insesto obligatorio ya que él no deseaba ver a mi padre casado con una de sus sobrinas.

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora