Capítulo 30: El Pueblo.

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—Debemos hablar Daniela. —El terror recorrió mi cuerpo completamente, la sangre se me heló. Podía sentir cada latido de mi corazón retumbar en mis oídos. La miré caminar de un lado hacia otro dentro de la habitación, agarraba su cabeza, soltaba suspiros pesados. Y susurraba algún par de palabras inentendibles para mí.

Se acercó hacia el monitor cardiaco, cómo tratando de descifrar si mis latidos estaban normales. Me miró como nunca antes, sus ojos me mostraban su enojo, su decepción. Las ganas inmensas que tenía de gritarme, y así lo hizo.

—¡¿Una relación con una plebeya lesbiana?! —La mire. —¿Qué sucede contigo Daniela? Desde que llegó esa chica tú... Tú comportamiento no ha sido el correcto. ¡Me has desobedecido! ¡A mí que soy tu madre! ¡Has desobedecido a tu reina! A tus gobernantes, has decepcionado a tu pueblo. Faltaste el respeto a tu familia y deshonraste reino. ¿Estás contenta con eso? ¿Qué te sucede? ¿Qué tiene esa mujer? ¿Por qué te has vuelto tan rebelde? —Masajeo sus sienes sonriendo y negando con su cabeza. —Y todavía tienes el descaro de llamar amor a lo que sea que tienes con ella. ¿A caso sabes lo que es el amor? —Se burló. —No tienes una idea de lo que es amor ¡Nunca lo has experimentado! ¿Fue ella quién te metió esas ideas locas de reinar sola verdad? Maldita plebeya lesbiana sin oficio.

—¿Qué es lo que tanto te molesta, madre? ¿Que sea lesbiana o que sea plebeya?

—¡No me estés hablando de esa manera!

—No, tú no me estés hablando a mí de esa manera, madre. Y a María José, porque ese es su nombre, no plebeya, ni pintora. Se llama María José, y es mi novia, a quien vas a respetar.

—Ella le faltó el respeto a la corona, no merece mi respeto.

—Ella no le faltó el respeto a nadie. En todo caso, yo fui quien plantó a Felipe en el altar, fui yo quien no cumplió su promesa.

—Si ella no hubiera llegado nada de esto estaría pasando.

—Si ella no hubiera llegado, yo no sería feliz. —

—¿Qué sabes tú de felicidad?

—Sé lo que María José me ha enseñado. —Respondí mirándola directamente a los ojos. —¿Preguntaste antes qué es lo que sé del amor? Lo que sé del amor, lo sé gracias a ti y papá. Porque ustedes no son mis gobernantes, no son mis reyes, son mis padres, y ustedes dos me han mostrado lo que es el amor al luchar año, tras año para darnos lo mejor, lo sé por cada lágrima que los he visto derramar cada que escuchan un nuevo diagnóstico de mi salud. Lo sé por la forma en que mi hermana me cuida, por la manera en que Laura está pendiente de mí. Lo sé por cómo mi abuelita me consiente, lo sé porque he pensado en que Freely merece una reina digna de él, merece una reina que sea feliz, que sepa amar, y que no haga todo por conveniencia. ¿Y sabes por qué más conozco el amor? Por la manera en que María José lucha por su hermana, da todo por ella, ha pospuesto sus sueños para que su pequeña hermana cumpla los suyos. Lo sé también por como ella me cuida, por cómo me mira, por la manera en que me hace sentir. Conozco la felicidad porque María José me la ha presentado. —Tragué saliva y continué. —Nunca me había sentido más feliz que cuando estuve lejos de todo junto a ella. Cuando estuve entre sus brazos y me protegió, porque me demostró que, a pesar de todo, ella estaría conmigo en todo, que no importaba la decisión que tomara, no me dejaría y estaríamos juntas en todo.

—Conmovedor tu discurso, Daniela. Pero no voy a permitir que desprestigies aún más el apellido de esta familia. Me voy a encargar de que María José y Valentina Garzón queden completamente vetadas de Freely. No las volverás a ver, te casarás y reinaras Freely junto a un hombre justo y derecho.

Un Corazón Para La Realeza.-Calle y PochéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora