24. Debe amar la Navidad tanto como yo

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Fin de año es siempre una montaña rusa. Una vez que llega Halloween, es como si el tiempo se acelerara y los siguientes dos meses transcurrieran con mucha más prisa que el resto de los días.

Noviembre llega a su fin sin mayores noticias. La vida se mueve sin inconvenientes, aunque con prisa. El musical se aproxima raudo, al igual que mi cumpleaños. Los exámenes también llegarán pronto, junto con Navidad y con nuestras dos semanas de vacaciones. ¿Cómo es que casi se acaba el semestre?

El día de Acción de gracias y Black Friday quedaron atrás. Ya no hay más pavo para recalentar en la heladera de mi casa, pero sí hay un televisor nuevo que compramos a mitad de precio, sirve para atestiguar el paso de estas dos fechas que no regresarán hasta el próximo año. Mi tío hizo fila toda la noche fuera de la tienda para conseguirlo, dice que es su tesoro para mirar partidos de fútbol americano. No puede esperar por el próximo Super Bowl.

Las festividades no se acaban todavía, recién comienzan. Primero llegará mi cumpleaños, luego Navidad y Año Nuevo. El tiempo pareciera transcurrir acelerado, como cuando presionas el botón con la flechita doble en los viejos estéreos o reproductores de VHS que tiene Sebastián en su cuarto.

—¿Qué quieres de obsequio? —pregunta Noah, como si pudiera leer mi mente.

No es la primera vez que sus palabras se relacionan directamente con lo que estoy pensando. Él asegura que es una casualidad, yo creo que, en mayor o menor medida, es que ambos estamos conectados.

—A ti —respondo sin pensar. Cuando noto qué tan mal sonó eso y de cuántas formas puede malinterpretarse, llevo mis manos al frente para negar antes de que él diga algo—. Es decir, quiero que no desaparezcas. Mi mejor obsequio es pasar el cumpleaños contigo, porque podría ser el único... ya sabes, si no encontramos una forma de volverte humano. Y deseo que llegues a mi cuarto la noche de mi cumpleaños, apenas todos se hayan ido a dormir, para saludarme con un abrazo.

—Ah... ¿solo eso? —alza las cejas.

¿Lo dice con doble sentido o porque quiere que le pida un objeto material? No puedo leer su expresión como para estar segura.

—Segurísima —respondo por si acaso.

—Recuerda que me deseaste con mucho dinero. Y ridículamente sexy —insiste.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—Nada... —desvía la mirada y ríe.

Caminamos por el centro comercial. Tomados de la mano, revisamos las tiendas en busca de obsequios navideños para nuestros amigos. Aunque todavía falta casi un mes, prefiero envolver los regalos con anticipación. Además, hay menos personas aquí estas semanas. Entre más cerca estemos de Nochebuena, peor será.

—¿Quieres que pida algo ridículo? De acuerdo, lo haré —desafío. Intento imaginar un obsequio absurdo que ni siquiera él cumpliría—. Dame entradas de primera fila para el concierto de Black Lotus Squad que será en marzo. Quiero cuatro. Para ti, para mí, para Sebastián y para que él invite a quien quiera. Saldrán como mil doscientos dólares cada una.

"¡Ja! Ni él gastará tanto", pienso.

—¿Nada más?

—¿Te parece poco? —dudo.

Noah se encoge de hombros.

—No tienes mucha imaginación. Podrías pedir una mansión a tu nombre, un coche, un viaje alrededor del mundo, ¡o una isla privada! Si puede comprarse con dinero, es posible conseguirlo. Incluso si por algún motivo quisieras una obra de arte famosa en tu cuarto, seguro la compraría. Todo en este mundo tiene un precio y sospecho que puedo comprarlo.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora