14. Debe ser comprensivo

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El fin de semana asoma con lentitud, tímido. No quiere comenzar todavía. A pesar de ser sábado en la mañana, estoy en el coche de Noah rumbo a la escuela. No es mi manera ideal de iniciar con los días libres que tenemos para descansar, pero ¿qué otra opción me queda? Tengo que acompañar a mi novio porque él no puede ir sin mí a ningún sitio.

Hoy tiene las pruebas para entrar al equipo de básquet. Yo tendré el típico papel de novia aburrida que se sienta a ver lo que ocurre sin entender absolutamente nada. Si Noah hubiese escogido alguno de los deportes que mi padre y mi tío miran por televisión —fútbol americano, beísbol o tenis—, yo al menos podría entender qué es lo que ocurre frente a mis ojos.

¿Básquet? Mi única referencia es cuando cantaban y bailaban con balones en High School Musical, o esa serie animada que Sebastián puso una vez en su hogar y de la que solo vimos un episodio, ni me acuerdo cómo se llama porque tenía nombre en japonés.

Aparcamos el coche cerca de una de las entradas laterales y vamos hacia el gimnasio. Desde los corredores podemos escuchar pasos de chicos que corren, risas y algunos balones rebotando contra quién sabe qué.

—¿Sabes jugar? —pregunto con curiosidad a medida que nos aproximamos.

—Conozco las reglas y miré algunos partidos en internet. —Noah se encoge de hombros.

—Te deseo suerte.

—Mmm... ¿añades un poco más de "suerte" al deseo del novio perfecto? ¿O solo esperas que tenga la suerte humana que no puede calcularse?

—Un poco de ambas —respondo, confundida—. Si te divierte este deporte o te caen bien los muchachos del equipo, espero que puedas entrar.

Entramos al gimnasio, nadie se voltea a vernos porque los que se anotaron al club están demasiado concentrados con prácticas de último momento mientras esperan al entrenador. Le dedico una sonrisa a Noah y me alejo, rumbo a las gradas.

No soy la única chica que ha venido a acompañar a alguien o a observar al equipo. Aunque no tengo amistad con nadie más, distingo a casi todas las personas. Muchas son muchachas de mi curso o de un grado inferior. Están las trillizas rubias, hermanas menores de uno de mis compañeros. También veo a Danielle, que salió con Sebastián el año pasado por un par de meses. Encuentro a Serena y a su amiga, cuyo nombre sigo sin poder recordar. ¡Incluso distingo a una de las chicas más jóvenes del club de teatro! Por lo menos, no soy la única que solo ha venido a ver.

Me acomodo en un rincón cerca de la entrada y tomo mi teléfono para pasar el rato. Reviso las redes sociales, escribo un par de mensajes a mis amigos y luego busco alguna película con subtítulos que pueda mirar sin sonido porque he olvidado los audífonos en el coche.

Pasados algunos minutos, el entrenador llega y comienza a anotar nombres. Da algunas indicaciones que no llego a oír desde mi ubicación y los interesados en unirse se acomodan en línea recta frente a uno de los aros.

Las pruebas comienzan. Veo a los chicos demostrar su puntería, su habilidad para bloquear y para esquivar bloqueos. Corren una carrera, se pasan el balón e incluso simulan ciertas jugadas como si formaran parte de equipos rivales. No entiendo muy bien los detalles.

En algún momento, dejo de prestar atención al teléfono. Lo guardo en un bolsillo y me concentro en Noah. Se ve muy atractivo con ropa deportiva. Los pantalones cortos le sientan excelente y la camiseta sin mangas muestra qué tan buen cuerpo tiene. Su cabello ondea con cada uno de sus movimientos. Sus ojos siguen el balón en todo momento, no borra la sonrisa de su rostro. Parece que se está divirtiendo. Me alegra.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora