17. Debe tener buen sentido del humor

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—¡Amy! —llama Victoria, al otro lado de la puerta de mi cuarto.

Apenas puedo escucharla por encima de la música. Tengo que estudiar para uno de los primeros exámenes del año y temo que no alcanzará el tiempo para aprender y practicar lo suficiente. Para peor, Álgebra es la primera materia del lunes, y eso significa que no tendré tiempo de conversar con mis compañeros sobre cualquier duda que no sepa cómo resolver por mi cuenta. Necesito dedicarle todo el fin de semana a mis estudios si es que quiero aprobar.

—¡Amy! —repite mi hermana menor. Esta vez, acompaña su grito con golpes.

—¿Qué? —pongo pausa a la música y suspiro, frustrada. Me cuesta mucho concentrarme en esta materia. Ya bastante difícil es hacer cálculos con números para que encima deba realizarlos también con letras.

—Mamá necesita ayuda con no sé qué en el lavadero —explica ella.

—Dile que no puedo, tengo que estudiar.

Sin responder, Victoria se marcha por el corredor. Cuando dejo se oír sus pasos, vuelvo a encender la música para intentar concentrarme. Álgebra no se me da para nada bien. Estoy considerando la posibilidad de llamar a Noah con el pendiente cuando todos se hayan ido a dormir. Seguro que él podrá explicarme los ejercicios que no entiendo y revisar qué es lo que hice mal. Después de todo, es un chico extremadamente inteligente.

Me muerdo el labio y observo el cuaderno que tengo frente a mí. ¿Para qué demonios me enseñan esta clase de cálculos? Nunca voy a usarlos para nada. Dudo estudiar una carrera universitaria relacionada con números. Me esforzaré de todas formas porque entre mejores sean mis calificaciones, más posibilidades tendré de conseguir una beca en algún sitio.

Desvío la mirada a mi teléfono. Son casi las diez de la noche. Supongo que el pequeño Erik se habrá quedado dormido en el sillón mientras miraba caricaturas. Papá debe estar con el tío en el garaje, les gusta beber algunas cervezas y conversar sobre el proyecto en el que están trabajando; creo que quieren comprar un bote pequeño usado y remodelarlo para poder usarlo el próximo verano.

Oigo más golpes, insistentes.

—¡Dije que estoy ocupada! —respondo sin pensarlo.

La puerta se abre de repente. No me gusta cuando mi familia entra sin que yo se los permita; no es que tenga algo que esconder (salvo por Noah algunas madrugadas), sino que me molestaría que me encontraran a medio cambiarme.

Mamá está de pie en el umbral, parece enfadada. Detengo la música y la observo.

—Lo siento, pensé que eras Vicky —admito.

—Apaga esa computadora y ven a ayudar cuando te lo pido —demanda. Su tono de voz indica que no le ha agradado mi respuesta previa.

—Tengo que estudiar. Hay un examen complicado el lunes —explico.

—Puedes continuar luego. También tienes mañana y pasado. Cancela los planes con tu novio y pon el foco en la escuela.

—No tengo planes ni con él ni con nadie, justamente porque necesito estudiar —refuto.

—Si yo te llamo, vienes. Sin excusas —insiste ella—. En esta casa todos deben ayudar con los quehaceres.

—¡Y siempre lo hago! —Me quejo.

Mamá alza una ceja, incrédula.

—¿Cuándo fue la última vez que lavaste un plato? ¿Por qué tu cuarto es un desastre? Fuiste la última en ducharte y el baño sigue hecho un asco. Tengo un extenso listado de obligaciones que no has cumplido en varias semanas. Desde que sales con este chico que solo vienes a casa para dormir.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora