27. Debe respetar mis decisiones

8.6K 1.3K 743
                                    


Sebastián llega temprano en su coche, lo observo desde la ventana de mi cuarto. Camina hacia la puerta de los asientos traseros y la abre. De allí, comienza a sacar... cajas. ¿Qué demonios ha traído? Parecen pesadas. Conociéndolo como lo hago, es capaz de haber empacado un televisor, sus consolas de videojuegos, un VHS, películas, controladores y quién sabe qué más. ¡No me sorprendería verlo descargar el proyector! Debe pensar que la tormenta de nieve se convertirá en apocalipsis zombi o algo por el estilo.

Curiosa, presto atención a lo que hace. Mi mejor amigo deja la primera caja en el porche de la casa y va por la siguiente. Y la siguiente. Y la siguiente... Son cinco en total, si estoy contando bien.

Bostezo porque solo verlo tan ocupado me cansa. Anoche me acosté tarde por culpa de Noah; bah, gracias a Noah en realidad. Luego, me costó muchísimo quedarme dormida, la mente no me lo permitía. ¿Cómo evitar pensar en lo ocurrido y en lo que quedó pendiente para otra ocasión? Yo le exigía a mi cerebro que se apagara, pero cuanto más me esforzaba por ponerlo en blanco, más cosas se le ocurrían. Imaginaba a mi novio en ropa interior... y sin ella. Soñaba despierta con el sabor de sus labios y con sensaciones que no tengo forma de saber con exactitud como son.

Creo que si descansé cinco horas ha sido mucho.

—¡Oye! —abro la ventana y le grito a Sebastián cuando noto que lleva casi un minuto en la entrada—. ¿Necesitas ayuda?

—No en tu cumpleaños, Rapunzel —bromea él antes de golpear la puerta otra vez.

Como hace mucho frío, vuelvo a bajar el vidrio y a sumergirme en la calefacción del interior. Sigo en pijama, así que busco un sostén y me lo coloco por debajo de la camiseta. Logré ducharme a tiempo y tengo la ropa seleccionada para ponerme cuando se me seque el cabello, no quiero arruinarla. Me gustaría poder alisarlo antes de que los demás lleguen. Maquillarme no es una opción, me toma horas hacerlo bien.

Miro la hora en mi teléfono, son las dos de la tarde y mi mensaje grupal decía que nos reuniríamos a las cinco, porque la tormenta empezará a eso de las ocho.

Desde mi ubicación, oigo los pasos de mi amigo por las escaleras y asumo que ha dejado las cajas en la sala de estar, en medio del paso. Mamá se enfadará, pero no dirá nada porque adora a Sebas.

Emocionada, abro la puerta del cuarto para recibirlo y esbozo una sonrisa.

—¡Gracias por venir! —saludo.

—No me perdería el cumpleaños de mi mejor amiga ni que hubiera un tornado avanzando por la carretera frente a tu hogar —asegura.

—Pues... si esa fuera la situación, posiblemente yo no estaría en mi casa.

—Tecnicismos sin importancia. —Se encoje de hombros—. Soy el primero en llegar, ¿cierto?

—Obvio, si viniste horas antes de lo pactado —río.

—Es que quería pasar un rato contigo como en los viejos tiempos. Ya sabes, en paz y sin nadie más. Me gustan los ratos así, aunque ya no los podamos coordinar con frecuencia. Es como... no sé. Pero siempre fuiste como una hermana, y hay cosas que solo se comparten en familia.

—Awww, gracias. —Lo abrazo—. A mí también me encanta pasar tiempo contigo. Es más, ¿me ayudarás a alisarme el cabello? Te sale mejor que a mí. Siempre me lo dejas increíble.

—Es que tengo práctica, sabes que mi hermana real me usa de peluquero desde que tengo doce o trece años.

—Por eso mismo lo digo.

Pasamos un buen rato conversando en mi cuarto mientras Sebastián se encarga de mi aspecto. Alisa lento y de a mechones muy pequeños; es perfeccionista. Él me pone al tanto de su futura cita con la chica del baile y yo le hablo sobre el listado de formas de pedir un deseo que se nos ocurrió con Noah. La fuente de agua debe esperar al verano porque ahora está congelada, mismo con los dientes de león que no crecen en invierno. Pero intentaremos lo de soplar las velas del pastel de esta noche, el deseo de año nuevo y un par de cosas más que encontramos en internet.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora