25. Debe darme ánimos cuando me quiero rendir

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De repente, me quedo muda. Con la boca abierta y la mirada puesta en ningún punto en particular. Sé que esperan que continúe, pero no logro hacerlo. Me muerdo el labio con suavidad y cierro los ojos, ¿qué iba a decir? ¿Cuál era la palabra siguiente?

—Comience desde el inicio otra vez —ordena la profesora, un tanto frustrada.

Estamos en medio del ensayo final para el musical y yo tengo los nervios en punta. Me tiemblan las manos. Estoy cometiendo muchos más errores que en las semanas previas. ¡Voy a arruinarle la función a todos!

Las luces sobre mi cabeza me encandilan. El disfraz me hace sentir vulnerable y expuesta. Incluso me quité los lentes para verme un poco más como la actriz de la película, así que tengo la visión un tanto borrosa. Mis piernas tiemblan, tengo los dedos de los pies helados, pero el rostro me arde; las orejas, en especial, se sienten como en llamas. Seguro están teñidas de rojo.

Tengo ganas de llorar por la frustración. He disfrutado un montón del club de teatro, de sus miembros y de las horas que pasamos juntos sobre el escenario. Y es justamente por eso que me desespera estar tan nerviosa.

No podría perdonarme si, por mi culpa, sale algo mal.

—Si no recuerdas la palabra exacta, improvisa algo similar. Sabes de qué se trata la historia —aconseja Taylor, nuestra protagonista femenina. Ella es muy amable conmigo y con el resto del grupo. Tiende a darnos consejos porque es una gran fanática de El fantasma de la Ópera.

—Ojalá pudiera —resoplo—. Cuando olvido lo que sigue, me congelo. Debe ser porque no tengo experiencia con estas cosas. Lo siento. Hare lo mejor de mí y, si creen que es mejor que alguien me reemplace, lo entenderé.

—No diga eso y vuelva a comenzar —repite la profesora—. Los ensayos previos estuvieron perfectos. Es normal sentir un poco de miedo cuando se acerca el gran día, puede lograrlo. Es su último año, no habrá más oportunidades para disfrutar de esta clase de momentos. ¡Hasta que caiga el telón sin arrepentimientos!

Asiento, tímida. Luego, respiro hondo y camino junto con Taylor hacia el costado del escenario por el que ambas debemos ingresar, lado a lado. Me preparo para repetir la escena, pienso con cuidado en mis diálogos para asegurarme de que no los he olvidado.

—Tres, dos, uno. Ahora —indica la docente.

—Meg, cuando tu madre me trajo a vivir aquí, siempre que bajaba sola a este sitio para encender una vela en honor a mi padre, una voz desde arriba entraba en mis sueños. Estaba siempre allí. —Taylor hace una pausa—. ¿Y sabes qué, Meg? Cuando mi padre estaba por morir, dijo que yo estaría protegida por un ángel. Un ángel de la música.

—Christine —respondo yo, viéndola a los ojos—. ¿Acaso crees...? ¿Crees que el espíritu de tu padre te...? —Vuelvo a olvidar la línea.

—¿Quién más podría ser, sino él, Meg? —Taylor intenta cubrirme.

—¡Es solo una maldita frase, por favor! —grita Serena, exasperada, desde detrás del telón—. No eres más inútil porque entrarías en el libro Guinness. ¿Qué tan difícil es decir una oración completa antes de que empiece la siguiente canción?

Mis emociones se salen de control y comienzo a llorar. Detesto sentir que soy un fracaso. Sé que estoy cometiendo errores, no necesito que me lo arrojen en el rostro de esa forma y frente al resto. Ya bastante enfadada estoy conmigo misma como para tolerar reprimendas de mis compañeros.

"Soy una inútil", pienso. "No sirvo para esto. Ni para nada, ¿por qué demonios me uní al club? El teatro no es lo mío...".

—Lo siento —balbuceo. Llevo ambas manos a mi rostro para cubrirlo, apenada.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora